Hemos comenzado un nuevo curso y, como siempre que comenzamos una nueva etapa en nuestra vida, lo hacemos con un vigor y una fuerza mayor, tratando de superar las carencias habidas en otros momentos pasados e intentando que nuestra fe sea este curso una fe más fresca, más autentica y más viva y comprometida.
Al comienzo de un nuevo curso hemos de volver a escuchar el envío que Jesús hace a toda la Iglesia en la persona de los apóstoles: «Id por el mundo entero y predicad el evangelio, el que crea y se bautice se salvará» (Mc 16, 15). Todos y cada uno de los bautizados debemos sentirnos corresponsables de la evangelización de nuestro mundo y del anuncio del Jesús a los hombres y mujeres de nuestro tiempo porque, como dice el papa Francisco: «Todo bautizado por el hecho de serlo, es y debe ser un auténtico agente de evangelización». Es decir, sentir que envió a toda la Iglesia a anunciarlo a Él y su mensaje a todos, para que se interesen por Él, lo amen y, amándolo, el Señor pueda ofrecerles la salvación.
Preguntémonos si verdaderamente estamos cumpliendo el envío que el Señor nos ha hecho
A veces vivimos una fe muy privada, muy de relación Dios y yo, y yo y Dios, sin darnos cuenta de que, junto a nosotros y lejos de nosotros, hay muchas personas que necesitan que se les anuncie el evangelio y se los anime al seguimiento del maestro, y que nuestra fe individual y privada debe tener una repercusión en nuestra vida para que podamos convertirnos en testigos para los demás de aquel Jesús en quien creemos.
Vivimos en un mundo que cree más a los testigos que a los profetas, como decía san Pablo VI en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi. Por eso hemos de esforzarnos para que nuestra fe y nuestra vida cristiana nos convierta a cada uno de los seguidores de Cristo en testigos suyos que, con nuestro testimonio y vida, seamos para los demás interrogante y llamada a seguir a Cristo y su mensaje en su vida, por lo que ven que hacemos y vivimos nosotros en la nuestra.
Esta tarea nos compete a todos los cristianos, en todos los estados de vida y en todas las vocaciones específicas en las que estamos viviendo nuestra fe cristiana.
Corresponde a los sacerdotes y religiosos, que están siguiendo a Cristo en el sacerdocio o en la vida religiosa con una total entrega a la tarea de anunciar a Cristo y su mensaje a los demás, desde su palabra y predicación, y desde el testimonio de vida personal que ratifique las palabras que dicen a los fieles.
Corresponde a los esposos que se han unido por el sacramento del matrimonio, que han de ser testigos de fe el uno para el otro, y los dos, como esposos para los demás, especialmente para sus hijos y para toda la familia, de tal manera que trabajen incansablemente por crear y vivir como familia cristiana que vive su fe en ella y todos los que la forman son testigos de Cristo y su mensaje para todos, los unos para los otros.
Hemos de esforzarnos para que nuestra fe y nuestra vida cristiana nos convierta a cada uno de los seguidores de Cristo en testigos suyos
Todos los bautizados, de cualquier edad y condición social, debemos sentirnos corresponsables de comunicar la fe que tratamos de vivir en toda su exigencia, llevando una vida que sea congruente con la fe que profesamos y tratando que otros, iluminados por nuestro testimonio, se sientan llamados a vivir y encarnar a Jesús y su mensaje en todos los momentos de su vida.
Todos, pues, como bautizados, hemos de considerarnos responsables de la fe propia, pero también de la fe de los demás, porque todos hemos sido enviados por Cristo y a todos nos dice el Señor: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo» (Jn 20, 22). «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 18, 19-20).
Preguntémonos si verdaderamente estamos cumpliendo el envío que el Señor nos ha hecho en la persona de los apóstoles y si estamos siendo responsables de nuestra fe y de la fe de los demás.
+ Gerardo
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