
Queridos amigos, hermanos y diocesanos todos de Ciudad Real:
Durante casi 10 años he compartido con todos vosotros mi vida, mi ilusión y mi ministerio como obispo de nuestra diócesis de Ciudad Real.
Los años pasan para todos y también para el obispo. Todos vamos desgastándonos en salud y en capacidades para seguir realizando una determinada actividad y cumpliendo una misión, responsabilidad y trabajo.
Yo vine a Ciudad Real como obispo lleno de ilusión y de fuerza. En estos 10 años de permanencia en el cargo nunca me ha faltado la misma y he puesto cuanto estaba de mi parte para cumplir la misión que el Señor me había encomendado entre vosotros.
En todo momento me he sentido a gusto entre vosotros. Habéis sido la porción del Pueblo de Dios que el Señor me había confiado para que trabajara en ella y diera lo mejor de mi mismo en su evangelización. Siempre me he sentido a gusto entre vosotros pues siempre me he considerado bien acogido y a vosotros muy acogedores, lo cual me ha facilitado mi misión a realizar.
Es verdad que en el tiempo que ha supuesto mi estancia entre vosotros, como es lógico por otra parte, como en todas las responsabilidades, ha habido de todo: dificultades, problemas, momentos especialmente gozosos y de mucha alegría y otros de no tanta. En todo momento he sentido la compañía y la gracia del Señor que nunca me ha faltado para vivir con gozo e ilusión cuanto me ha tocado vivir, a pesar de las dificultades que haya tenido que afrontar.
El Señor me lo ha hecho todo fácil con su gracia y ayuda, que siempre ha estado presente en mi vida y allí donde yo no hubiera llegado nunca debido a mi pobreza personal y fragilidad. Él ha ido delante facilitándome lo difícil y dándome más fuerza cuando más lo he necesitado.
Ha sido mi fe y mi esperanza en el Señor con las que en cada momento ha renovado mis fuerzas para seguir haciendo presente su mensaje de salvación en medio de vosotros y anunciándolo a Él y su mensaje en todos los momentos, lo mejor que he sabido y he podido. A través de su gracia y también de todos vosotros que habéis activado vuestra fe, os habéis comprometido en la vivencia de la misma y en dar testimonio de la misma en bien de los demás.
Gracias a Él especialmente, y también gracias a vosotros: sacerdotes, religiosos y laicos. En los momentos de dificultad he sentido especialmente vuestro compromiso y vuestra acción para colaborar en la tarea evangelizadora que nos traíamos entre manos. Las dificultades han sido menos y vuestro compromiso me ha ayudado a vivir con esperanza e ilusión cuanto hemos vivido como creyentes y testigos de nuestra fe, porque las dificultades, cuando se comparten, son menos dificultades.
Puedo decir que mi estancia entre vosotros ha sido un estancia feliz y llena de ilusión, trabajando y animando la evangelización lo mejor que he sabido y he podido.
Contad siempre con mi oración por toda la diócesis y por todos y cada uno de vosotros
Al finalizar esta etapa de responsabilidad, de gobierno de la diócesis y de trabajo desarrollado, no puedo menos que agradecer al Señor su acción en mí. Con Él siempre he contado y en todo momento me he sentido acompañado. Ha sido Él quien ha hecho realidad todo lo bueno que haya podido hacer en mi misión como obispo.
Quiero agradeceros a vosotros, todos, cómo no, vuestra colaboración, acogida y compromiso en la tarea evangelizadora y misionera que nos hemos planteado en estos años y hemos podido llevar adelante con vosotros, por vuestra respuesta a las llamadas que Dios os ha ido haciendo a través de mi trabajo y desde el testimonio de los demás y por vuestro compromiso evangelizador en las mismas. Esto os convierte en auténticos colaboradores de Dios y de su Iglesia.
Seguro que también ha habido en este tiempo deficiencias, errores en mi actuar como obispo. De todo ello os pido perdón y ofrezco el mío, porque sabemos que han sido fruto de nuestra debilidad personal y de nuestra fragilidad personal y nunca de nuestra mala voluntad.
Comenzáis una nueva etapa con un nuevo obispo, don Abilio, que va a necesitar también de la acogida, colaboración y ofrecimiento de vuestra ayuda. Acogedle con el cariño que os caracteriza y colaborad con él y ayudadle en todo lo que podáis como verdaderos agentes de evangelización, lo mismo que habéis hecho conmigo.
Gracias por todo. Contad siempre con mi oración por toda la diócesis y por todos y cada uno de vosotros, lo mismo que yo cuento con la vuestra.
+ Gerardo
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