Celebramos hoy la fiesta de la venida del Espíritu Santo, Pentecostés.
Una vez, san Pablo estaba hablando a sus discípulos del Espíritu Santo que habían recibido en el bautismo, de la importancia del mismo en la acción de los cristianos y en la Iglesia y, alguien de ellos que ya estaba bautizado, le contesta: Ni siquiera hemos oído hablar del Espíritu Santo.
Los cristianos tenemos que reconocer que sabemos poco del Espíritu Santo y, sin embargo, la importancia del Espíritu Santo en la Iglesia naciente, en la primitiva comunidad, fue fundamental:
— Jesús había instruido con su enseñanza a los apóstoles.
— Les había comunicado todo cuanto el Padre le había confiado.
— De todo lo que les había comunicado había determinados aspectos y verdades que no habían logrado entender.
— Jesús conocía hasta dónde llegaban sus discípulos, por eso él mismo les había dicho: «Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os comunicará la verdad plena».
Pero es él, el Espíritu, el que les va hacer comprender cuanto había sucedido con Jesús y cuanto Jesús les había comunicado. A partir de este momento:
— Cambia radicalmente la primitiva comunidad cristiana.
— Él convierte a los apóstoles, de hombres llenos de miedo, que están guardados en su casa por miedo a los judíos; en intrépidos predicadores del mensaje del Señor.
— A partir de ahora es cuando aquellos apóstoles se van a lanzar al mundo y anunciar a todas luces: «Aquel a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha resucitado y vive entre nosotros, y nosotros somos testigos de ello».
— Es el Espíritu el que hace que unos pocos hombres cambien toda una sociedad.
— Que el mensaje de Jesús llegue a todos los hombres de todos los tiempos.
— El Espíritu es el alma de la Iglesia naciente.
Este mismo Espíritu ha seguido y sigue siendo fundamento y sostén de la Iglesia a través de todos los tiempos y de la Iglesia actual:
— Él ha sido el que la ha sacado adelante a través de todas las dificultades habidas durante estos veinte siglos de historia.
— El Espíritu es el que ha ido suscitando en la Iglesia todas las vocaciones necesarias para que el mensaje de Cristo llegue a todas las gentes de todos los pueblos y de todos los tiempos.
— Él sigue hoy repartiendo sus siete dones para que, toda la Iglesia y cada uno de nosotros, podamos cumplir con la misión que se nos encomienda de hacer presente el reino y el mensaje de Jesús en nuestro mundo.
Celebremos el nacimiento de la Iglesia con la venida del Espíritu
Este mismo Espíritu es el que hoy celebramos en su fiesta, la fiesta de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Es el mismo Espíritu que recibimos en el bautismo y, especialmente, en el sacramento de la confirmación:
— El os da su fuerza y su gracia para ser verdaderos discípulos de Cristo.
— El nos acompaña para que, en todo momento, seamos testigos de nuestra fe en medio de nuestros ambientes.
Siempre ha sido importante en la Iglesia ser testigos. Hoy lo es de manera especial vivir nuestra fe y ser testigos de ella en medio de nuestra sociedad y nuestro mundo porque, como decía Juan Pablo II: Muchos de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, el único evangelio que van a leer es el testimonio que demos los cristianos.
Es a través de nuestro testimonio como otros van a llegar a conocer a Cristo y vivir la fe.
El «id por el mundo entero y predicad el evangelio», hemos de hacerlo hoy especialmente desde nuestra vida, desde nuestro testimonio, desde una vida auténtica de fe que impacte en los demás y sea llamada para ellos a vivir la misma fe que ven que nosotros tratamos de vivir.
Para que este testimonio sea posible necesitamos de la fuerza del Espíritu que nos impulse constantemente con sus dones a ser verdaderos testigos de Jesús en nuestra vida. Necesitamos que sus siete dones nos fortalezcan frente a las dificultades, zancadillas y persecuciones que tenemos hoy si queremos vivir como seguidores y discípulos de Jesús.
Necesitamos la fuerza del Espíritu Santo que nos impulse con sus dones
Celebremos hoy el nacimiento de la Iglesia con la venida del Espíritu Santo y pidámosle que nos haga fuertes ante las dificultades, testigos atrevidos en medio de un mundo adverso a todo lo que suene a Dios y a fe, testigos valientes de Jesucristo en medio de un mundo que lucha por quitar de la vista a Dios para buscar la felicidad en lo que no se la puede encontrar.
Sintámonos responsables de la misión que el Señor nos ha confiado a todos como Iglesia que somos: «Id por el mundo entero y predicad el evangelio», comprometiéndonos en la tarea, pero apoyándonos sobre todo en la fuerza del Espíritu que vivificó la Iglesia primitiva, que la ha asistido a través de estos veinte siglos, para que siga fiel al Señor y su misión y que nos acompañe a nosotros con su gracia en la vivencia de nuestra fe y en nuestra tarea de ser testigos de Jesús en medio del mundo.
+ Gerardo
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