
Queridos amigos, hermanos y diocesanos de nuestra diócesis de Ciudad Real:
Celebramos en este segundo domingo del mes de enero la fiesta del Bautismo de Jesús. Una fiesta cargada de significado teológico que nos recuerda el significado de nuestro propio bautismo y nos hace revisar en qué medida los compromisos bautismales, son los que orientan y dirigen nuestra vida de cada día.
En el bautismo de Cristo aparecen algunos aspectos muy significativos, que iluminan el significado de nuestro propio bautismo.
El bautismo de Jesús es el momento importante para él y su misión, Con el bautismo, Jesús comienza su vida pública, comienza la realización de la misión para la que ha venido al mundo y a la que el Padre le había enviado.
Aparece también la manifestación de su identidad, es el Hijo de Dios, el enviado del Padre, identidad confirmada con las palabras del Padre: «Y vino una voz de los cielos que decía: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”» (Mt 3, 17).
Él es el enviado del Padre que viene con una misión concreta: mostrar a los hombres el verdadero rostro de Dios, como Padre bueno y misericordioso, capaz de compadecerse de las miserias humanas y ofrecer al hombre la salvación.
Aparece el Espíritu Santo en forma de paloma, que en el momento del bautismo se posa sobre su cabeza, indicando que Cristo es el ungido de Dios, y que el Espíritu le va a acompañar a lo largo de la realización de su misión. De este modo se cumple la profecía de Juan el Bautista cuando decía: «Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego» (Mateo 3, 11).
Por el bautismo el ser humano llega a ser hijo de Dios y miembro de su cuerpo, que es la Iglesia
El bautismo de Jesús nos recuerda nuestro propio bautismo. También para nosotros los cristianos el bautismo es ese acontecimiento muy importante de nuestra vida cristiana, del que arranca nuestra identidad y misión del auténtico discípulo y seguidor de Jesús.
Por el bautismo el ser humano llega a ser hijo de Dios y miembro de su cuerpo, que es la Iglesia, miembro de la gran familia de los hijos de Dios.
También como Cristo, el cristiano en el bautismo por medio de sus compromisos bautismales recibe una importante doble misión: hacer realidad en su vida su identidad de Hijo de Dios, es decir, vivir el día a día como hijo de Dios y ser testigo ante el mundo, ante los demás, de su filiación divina y de su pertenencia a la gran familia de los hijos de Dios que es la Iglesia.
Lo mismo que en Cristo en el momento del bautismo aparece el Espíritu Santo, también en nuestro bautismo recibimos el Espíritu Santo que nos unge, nos fortalece con su gracia y nos acompaña siempre a lo largo de nuestra vida en el cumplimiento de nuestra misión como hijos de Dios y como miembros de la Iglesia.
La celebración de la fiesta del Bautismo de Jesús nos recuerda nuestra identidad de hijos de Dios y nos urge a que revisemos cómo estamos viviendo esta identidad nuestra de hijos de Dios. A que revisemos los compromisos del bautismo y del cumplimiento de nuestra misión de ser testigos de Cristo y de la Iglesia donde quiera que estemos y en cualquier circunstancia que nos toque vivir.
El bautismo de Jesús y el recuerdo de nuestro bautismo nos urgen a que renovemos la vivencia de nuestros compromisos bautismales
El bautismo de Jesús y el recuerdo de nuestro bautismo nos urgen a que renovemos la vivencia de nuestros compromisos bautismales. A los padres los urge a revisar cómo están cumpliendo lo que prometieron el día del bautismo de sus hijos, de educar a los hijos en la fe para que un día fueran cristianos maduros.
Mirándonos en el bautismo de Jesús, revisemos nuestro bautismo y especialmente cómo vivimos nuestra identidad de hijos de Dios y nuestros compromisos bautismales, y pidamos al Señor que nos ayude con su gracia a lograrlo.
+ Gerardo
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