Uno de los tres objetivos prioritarios que nos hemos propuesto diocesanamente para este curso es el de la «promoción de las vocaciones sacerdotales» en nuestra Diócesis de Ciudad Real.
Existe una razón urgente y clara: cada día van disminuyendo el número de seminaristas en nuestro Seminario Diocesano, mientras que desde la Congregación del Clero y Seminarios, para su actualización de acuerdo con la Ratio institutionis sacerdotalis para los seminarios mayores, se nos pide que los seminarios deben tener un número mayor, y para ello tenemos como fecha tope el curso 2027. De no haber conseguido un número parecido, al menos, al que propone la Sagrada Congregación para el Clero y los Seminarios, nos veríamos obligados a unirnos a otros seminarios para lograrlo, desapareciendo como Seminario Diocesano de Ciudad Real.
De seguir con el número actual, ocho teólogos, o menos de los actuales, cuando se nos pide que en las dos etapas centrales de la formación sacerdotal el número ideal sería veinticuatro, deberíamos unirnos a otros seminarios de otras diócesis para poder formar en ellos a los seminaristas y futuros sacerdotes.
Han sido muchas las veces que en este medio, Con Vosotros, he escrito y he llamado la atención a toda la diócesis sobre este tema, que es de crucial importancia, para que pueda seguir habiendo sacerdotes en nuestra diócesis que puedan seguir animando la fe de nuestras comunidades cristianas, pero ahora lo hago con la urgencia de que si el número de los seminaristas no aumenta considerablemente, no podremos seguir teniendo seminario propio como diócesis.
La promoción de las vocaciones sacerdotales, como he repetido muchas veces, nos compete a todos y debe ser responsabilidad de todos y todos debemos sentirnos responsables de que haya o no haya seminaristas y futuros sacerdotes que atiendan nuestras comunidad parroquiales.
Las vocaciones sacerdotales y su promoción compete como necesidad prioritaria a las familias cristianas, a los sacerdotes y a las comunidades parroquiales y comunidades cristianas.
A. Compete a las familias cristianas: ante la posible vocación sacerdotal de un miembro de una familia cristiana, ésta debe manifestar su gozo ante la llamada de Dios a un miembro de la misma para ser sacerdote, y apoyarlo y animar a ese hijo o miembro de la misma para que se lo plantee en serio y discierna si de verdad lo llama Dios por ese camino, para que lo siga y pueda prepararse para ser sacerdote después de unos años de estudios en el Seminario.
Todas las familias auténticamente cristianas quieren tener sacerdotes que animen a sus comunidades, sus grupos apostólicos, su fe y todo lo que Dios nos puede estar pidiendo, pero hoy hay muchas familias cristianas que quieren sacerdotes a su lado, pero que sean los hijos de otras familias, no de la suya.
Hace unos años, tener un hijo sacerdote era una gran alegría para cualquier familia cristiana y una bendición de Dios; hoy muchas familias cristianas o que se dicen cristianas consideran una desgracia que surja en su familia un hijo con vocación sacerdotal. Algo está fallando ahí, y tal vez tendremos todos que revisar la fe de nuestras familias, la valoración de la fe y la estima de la importancia de la tarea del sacerdote como animador de la fe de los demás.
Todas las familias auténticamente cristianas quieren tener sacerdotes que animen a sus comunidades
La familia cristiana tiene algo muy importante que aportar en el cultivo y promoción de las vocaciones sacerdotales, animando a sus hijos a que se planteen esta vocación y disciernan si Dios los puede estar llamando por este camino y, si lo confirman, animándolos a responder positiva y generosamente por el camino del sacerdocio.
B. Otro colectivo que tiene mucho que aportar y debe hacerlo para que haya jóvenes que se planteen la vocación son los sacerdotes que actualmente son los animadores de la fe en las comunidades.
Los sacerdotes, desde la vivencia alegre y auténtica de su sacerdocio, deben ser un testimonio que anime a jóvenes a plantearse esa misma vocación sacerdotal, motivados por el testimonio de la vivencia alegre del ministerio sacerdotal que ven en ellos. El testimonio de una vida sacerdotal de entrega y generosidad vivida con alegría es y debe ser un elemento fundamental que anime a jóvenes a seguir su mismo camino, convencidos desde dicho testimonio de que también ellos pueden ser felices si Dios los llama al sacerdocio, y que pueden llenar su vida con la entrega Dios y estando al servicio de la fe.
Este testimonio solo podemos ofrecerlo a los jóvenes si realmente vivimos nuestro sacerdocio con generosidad, entrega y alegría y, por lo mismo, debemos revisar nuestra vida para lograrlo.
Los sacerdotes, además del testimonio, deben hacer la oferta y el planteamiento positivo a determinados jóvenes de familias y parroquias para que se planteen y respondan a la llamada de Dios al sacerdocio y, si descubren que Dios los llama, responder generosamente a su llamada.
C. Otro colectivo que tiene mucho que aportar, para animar a jóvenes a plantearse su vocación sacerdotal es la comunidad cristiana, la parroquia entera, que debe hacerlo rezando al dueño de la mies para que envíe obreros a su mies, y valorando la tarea que hacen los sacerdotes en su entrega para animar la fe de los demás.
Los sacerdotes, desde la vivencia alegre y auténtica de su sacerdocio, deben ser un testimonio que anime a jóvenes a plantearse esa misma vocación
No animamos a nadie a plantearse la vocación sacerdotal si solo nos acordamos de los sacerdotes para criticarlos hablando mál de ellos, juzgándolos y criticando sus posibles defectos. Sí animaremos a otros si rezamos por ellos y por las vocaciones sacerdotales, si somos capaces de valorar su generosidad, su tarea en la animación de la fe y si los consideramos personas muy necesarias para que todos podamos ser verdaderos discípulos de Cristo.
Si todos rezamos y pedimos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies y cumplimos nuestra tarea en la promoción de las vocaciones, seguro que seguirá habiendo sacerdotes en nuestras parroquias y en nuestra comunidades que trabajen para ayudar a todos a contar con Dios en nuestra vida y vivir mejor todos nuestra fe.
+ Gerardo
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