Queridos amigos y hermanos:
Cualquier empresario que se precie, al finalizar el ejercicio empresarial de un año, hace un balance de cómo ha ido la empresa en ese año. Trata de descubrir los aspectos que han funcionado bien y aquellos otros que son muy mejorables.
Todos nos hemos parado alguna vez a examinar nuestra vida para ver cómo vamos en algún aspecto de nuestra vida personal y descubrir los fallos que haya podido haber, no para desanimarnos, sino para poder mejorar en lo sucesivo.
El 31 de diciembre marca el último día de cada año y siempre es una oportunidad para pararnos y hacer al menos un pequeño recuento de cómo ha ido el año que termina en todos los aspectos.
Como cristianos, tal vez se nos olvida hacer un balance de resultados al finalizar un año. Quizá nos da apuro, o pereza, o nos causa malestar o simplemente no nos importa el balance que tengamos porque, tal vez, nuestra vida cristiana no es lo que nos preocupa en la vida. Cada cual sabe lo que hace con su vida y lo que es y significa su vida cristiana.
Sea lo que sea nuestra vida cristiana, salvo que no nos importe y no nos interese saber cómo la estamos viviendo y si avanzamos o retrocedemos o estamos estancados en la vivencia de nuestra fe, es bueno que, al finalizar un año, nos paremos también y hagamos nuestro balance de cómo hemos progresado o no en nuestra vida cristiana. Esto para saber qué es lo que tenemos que poner o qué es lo que tenemos que quitar para que vayamos avanzando y cada día los resultados de fe sean más positivos en nuestra vida como seguidores y discípulos de Cristo.
Este balance no lo hacemos para desanimarnos en caso de que los resultados no nos gusten, sino para conocer dónde estamos y cómo podemos mejorar.
Tampoco los resultados positivos deben servirnos para enorgullecernos de ellos sino, principalmente, para seguir potenciándolos y dar gracias a Dios por los mismos porque, si hemos avanzado y los resultados han sido positivos, no han sido solo fruto de nuestro esfuerzo y de nuestra valía personal, que también, sino de la gracia y la ayuda de Dios que nos han acompañado y han hecho fructificar nuestros esfuerzos.
Este balance lo debemos hacer a nivel humano para poder constatar cómo hemos progresado o no en nuestra maduración como personas; si vamos superando nuestros defectos personales y cada día notamos que somos más maduros, y que lo que nos costaba tanto conseguir hace un tiempo, ahora lo hemos ido consiguiendo.
Como cristianos, es importante que hagamos este mismo balance para comprobar los aspectos de nuestra vida cristiana de los que estamos contentos, para seguir potenciándolos, y aquellos otros que no nos gustan y son notoriamente mejorables, para tratar de mejorarlos.
El fin de año es un momento propicio para agradecer al Señor
Este balance es muy provechoso al terminar un año porque nos ayuda a ser conscientes de dónde estamos y a dónde no llegamos; en qué tenemos que corregirnos y cuáles son los aspectos positivos que debemos seguir potenciando. Nos hará ver, igualmente, las necesidades y carencias que tenemos y que debemos llevar más a nuestra oración, para que con la ayuda del Señor podamos seguir luchando para conseguirlas.
El fin de año es un momento propicio para agradecer al Señor todo cuanto ha hecho por nosotros durante el año que termina, a nivel personal, a nivel familiar, de salud y de superación de defectos. Todo cuanto nos ha salido bien, porque él ha tenido mucho que ver y ha estado presente siempre con nosotros y en nuestra vida. Él ha sido en todo momento nuestro compañero infatigable de camino que ha caminado y seguirá caminando con nosotros en todo momento. Nos ayudará en todas las necesidades que sintamos en nuestro vivir diario.
Con la terminación de un año el 31 de diciembre, viene el comienzo de uno nuevo el día 1 de enero. Tendremos que hacer un nuevo proyecto de vida, un proyecto que tenga como punto de partida lo que hemos descubierto en el balance que hemos hecho del año anterior, y que mejore lo que no conseguimos en el anterior y afiancemos lo bueno que hemos conseguido para seguir progresando en el que empieza.
Si sabemos en qué tenemos que poner el esfuerzo tanto a nivel humano, de superación de defectos, de relaciones con los demás etc., y a nivel cristiano, como seguidores de Cristo, en la valoración de Dios y de la fe en nuestra vida, seguro que vamos a conseguir lo que nos había faltado y vamos a seguir potenciando lo que ya habíamos conseguido.
No dejemos de hacer este pequeño balance del pasado y este pequeño, pero importante, proyecto del futuro. Empecemos el nuevo año con ilusiones renovadas y propósitos positivos.
¡Feliz Año Nuevo 2024 para todos!
+ Gerardo
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