Hemos vivido, o mejor, estamos aún viviendo, esta situación de pandemia de COVID-19. Una situación que ha creado entre nosotros un ambiente de incertidumbres, de miedos y de desánimos que siguen estando presentes y afectando a nuestra vida cristiana y pastoral, y de los que no nos hemos recuperado.
Ante esta situación, caben dos actitudes a adoptar y dos reacciones:
A. Ahogarnos en las incertidumbre, miedos y desánimos y seguir aturdidos y paralizados, haciendo lo mismo de siempre en nuestra tarea evangelizadora, como si no hubiese pasado nada, ni hubiera cambiado nada. Y, de esta manera, no conseguir ningún fruto positivo o mínimo en nuestro trabajo y esfuerzo pastoral, y dejarnos vencer por el desánimo y la desilusión, simplemente siguiendo lamentándonos de que las cosas están tan mal que no puede cambiarse nada.
B. Otra reacción posible y deseable, que daría sentido a muchas cosas, nos haría recobrar la ilusión y la valoración de que ser cristiano merece la pena. Sería luchar por recobrar la ilusión y convencernos de que es mucho lo que se puede hacer para ayudar a los demás y ayudarnos a nosotros mismos a vivir con autenticidad nuestra fe, en medio de este ambiente secularizante y sin Dios.
Se trataría de convencerse personalmente y ofrecer a todos la belleza de la fe, que da sentido a la vida, pasemos por el momento que pasemos. Ofrecer a los matrimonios la belleza del amor en el matrimonio y la familia. Se trataría de vivir personalmente y animar a los demás a vivir la caridad y compartir con los que más nos necesitan.
Se trata de ofrecer con la palabra y la vida la alegría de la fe, la belleza de la esperanza en un Dios que se interesa por todos, incluso por los que no lo quieren en su vida, y por los problemas de cada uno; que nos llama a una vida que no se acaba y que nos dará una felicidad eterna. Esa felicidad que buscamos y no logramos encontrar en este mundo y en los medios materiales que nos hacen sentir defraudados. Un Dios que colma nuestras esperanzas en la vida futura y da sentido a nuestra vida terrena si la vivimos desde la fe.
Un curso más, queremos, desde la programación diocesana, recuperar con una auténtica creatividad en nuestra vida y en nuestra tarea pastoral y evangelizadora, dos aspectos tan importantes de nuestra vida y tan fundamentales para hacer fuerza contra el secularismo en el que estamos inmersos:
A. La evangelización de la Familia y
B. La promoción del planeamiento vocacional.
En el planteamiento vocacional debemos comprometernos todos
A. La familia. Llevamos varios cursos apostando en nuestra tarea pastoral por la evangelización de la misma, porque estamos convencidos de que esta es la base, el semillero y la realidad más importante a recuperar desde la fe, porque sin ella nuestros esfuerzos evangelizadores resultan inútiles.
Los pasos que hemos dado de evangelización de la familia en los últimos años no han sido suficientes para lograr todo cuanto esta necesita para ser una familia evangelizada y evangelizadora. Necesitamos más dedicación, más creatividad, más valentía, y buscar a las familias y ofrecerles nuestros esfuerzos pastorales y cauces de evangelización. De lo contrario, nuestras catequesis, nuestros esfuerzos evangelizadores, vemos que no están teniendo repercusión posterior ninguna.
B. La promoción del planteamiento vocacional: hemos de ayudar a plantearse la vocación para que cada uno pueda descubrir la suya, sea la que sea, a los adolescentes, a los jóvenes y a los adultos. Hemos de hacerlo con paz y sosiego, pero con decisión y valentía.
Llevamos varios cursos apostando por la evangelización de la familia
En este proceso de planteamiento vocacional debemos comprometernos todos, para que tantos como se encuentran confusos a la hora de tomar su camino auténtico, sepan por donde hacerlo.
Es necesario que nos atrevamos a salir al encuentro de los padres, de profesionales cristianos, de profesionales universitarios, y los acompañemos a todos ellos para que puedan ayudar a los jóvenes a plantearse la vida como el lugar en el que puedan servir mejor a Dios y a los hermanos.
Es necesario que, en nuestra oración personal y comunitaria, pidamos al Señor por todas la vocaciones y, en especial, por las vocaciones religiosas y sacerdotales tan importantes y necesarias en nuestra situación actual.
+ Gerardo
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