Celebramos en este domingo después de Navidad la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. Celebrar la fiesta de la Sagrada Familia nos brinda la oportunidad de entrar en esa familia y descubrir los valores que en ella se viven y se cultivan, para tratar de imitarla en la vida de nuestra propia familia.
La familia de Nazaret es la familia de Jesús, en la que Él nace y crece.
En su seno, aprende a saber lo que es el amor humano de unos padres que se entregan por entero a su hijo. Aprende a valorar el sacrificio que supone a aquellos padres ser fieles a lo que Dios les pedía. Aprende a valorar la pobreza material y de recursos que tienen sus padres y, por lo mismo, la familia y la riqueza del corazón humano cuando acoge y lleva a su vida el plan de Dios.
Todos tenemos necesidad de una experiencia familiar de vivencia de la fe
La familia es esa realidad, ese espacio humano absolutamente necesario para todo ser humano para nacer, crecer y madurar como persona y como creyente. Pero para que esto sea realidad, en la familia debe reinar un clima donde cada uno de sus miembros se sientan a gusto, puedan crecer como personas en todos los valores humanos y maduren su fe en el Señor y en la vivencia cristiana en su propia vida.
Todo ser humano necesita de una familia y de un clima familiar que le acoja y le dé cariño, un clima en el que se sienta bien y ello le permita crecer y madurar armónicamente. Necesita encontrar en su familia un verdadero clima de amor: amor entre los esposos-padres, amor entre padres e hijos, entre todos los componentes de la familia, un clima de amor a fondo perdido y de entrega sin esperar nada a cambio.
Todo ser humano tiene necesidad de un clima familiar en el que experimente real y vitalmente en su familia un cariño especial y una solidaridad plena con los miembros que sufren, con los miembros más débiles, los ancianos, los deficientes, los niños.
Todo ser humano necesita aprender desde la familia a ser tolerante desde un clima de diálogo entre los padres y entre los padres y los hijos.
Todos necesitamos tener una experiencia familiar de verdadera generosidad, donde sus miembros se dan por entero sin más, a fondo perdido, sin esperar nada a cambio.
Todos tenemos necesidad de una experiencia familiar de vivencia de la vida de fe, de valoración de Dios y su mensaje, de importancia de la fe para los demás miembros, de cuidado y cultivo de la fe, de oración en familia. Todo ello nos hará experimentar en la familia un clima en el que se aprende y se enseña desde la vida la practica cristiana, la vida de fe, la valoración de Dios, no solo como teoría, sino como algo que cada uno necesita vivir en su propia familia como realidad.
Pidamos por nuestras familias, para que recuperen todo cuanto han perdido en los últimos tiempos
Sin una familia y sin un clima familiar así, es muy difícil que, cuando seamos mayores, vivamos determinados valores humanos, imprescindibles para la persona. Estos valores no los da ni la universidad ni la calle, los da el testimonio vivo de la familia, que será una experiencia que nunca olvidará quien la haya vivido y será una carencia perpetua para aquellos a los que se les prive de ella y formen su propia familia.
Sin una familia y un clima familiar de valoración de Dios y de vivencia de la vida de fe, será muy difícil que podamos madurar como creyentes y seguidores de Jesús a medida que vamos creciendo y madurando en otros aspectos, porque en la familia hemos podido tener experiencia de otros valores, pero no de la fe y del estilo de vivir cristiano, siendo que nuestras familias han nacido del sacramento del matrimonio y, por lo mismo, Dios debería estar muy presente.
La celebración, hoy, de la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, donde toda esta realidad se vivió en toda su plenitud, nos debe llevar a que cada cual revise su propia familia para ver si este clima humano y de fe es una realidad o, por el contrario, debe dar un giro para hacerlos realidad.
Hemos de recuperar el puesto tan primordial y la importancia tan grande que tiene para el ser humano la familia. Hemos de tener en la familia nuestra primera experiencia de fe y de encuentro con un Dios que nos quiere, y hemos de seguir siendo transmisores de nuestra fe de unas generaciones a otras.
Pidamos hoy especialmente por nuestras familias, para que recuperen todo cuanto han perdido en los últimos tiempos y logren ser esa realidad necesaria e imprescindible, en la que la persona crece y madura, y donde el creyente encuentra las verdaderas raíces de su fe.
+ Gerardo
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