Tercer domingo de Pascua

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    Ante la muerte de Jesús, los discípulos quedan desconcertados: Nosotros creíamos que…, pero ya ves, lo han matado y nosotros volvemos a nuestra tierra. Así lo dicen los discípulos que van camino de Emaús.
    Los dos de Emaús han tenido la experiencia de que se les ha aparecido Jesús y lo han reconocido al partir el pan. Entonces van a donde están los demás discípulos y les cuentan lo que les ha sucedido cuando iban de camino. Cuando estaban hablando de todo esto, Jesús aparece en medio de ellos. Ellos lo confunden con un fantasma y se asustan. Siguen estando desconcertados, no reconocen al maestro.

    Jesús los tranquiliza y hace referencia a lo que ya les había dicho cuando estaba con ellos, que debía morir, pero que al tercer día resucitaría. Él se presenta ante los discípulos y tiene que decirles que es Él, que no es ningún fantasma, que es de carne y hueso y los espíritus no tienen carne y hueso. Les muestra sus llagas en las manos, los pies y su costado, pero ellos no acababan de creer.

    Cristo resucitado se hace presente en nuestra vida y necesitamos fe para descubrirlo

    Jesús quiere darles razones para que crean y les dice que si tienen algo de comer. Y cuando estaban comiendo el pan y el pescado que ellos le ofrecieron, volvió a decirles: Esto es lo que os decía cuando estaba con vosotros, que era necesario que su cumpliera todo lo que estaba escrito sobre Él, como Mesías, en Moisés y en los profetas, y allí aparecía que debía padecer, pero que después resucitaría y que en su nombre se proclamaría la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, y vosotros sois testigos de esto.
    Ellos seguro que tenían muchos motivos para dudar porque no habían entendido lo de la resurrección. Jesús se pone a su altura humana para hacerles ver que era Él, el maestro, el Mesías, y se extraña de su poca fe.
    Nosotros también hemos dudado y seguimos dudando muchas veces de Dios: la enfermedad, la pandemia, las guerras, la muerte de niños inocentes. No parece un escenario mesiánico y de prosperidad, pero la presencia de Jesús resucitado es un viento nuevo de esperanza que despeja la niebla de los miedos y las dudas. Con Cristo resucitado no ha lugar ya para los miedos, ni el escepticismo, ni la incredulidad, ni la desconfianza. El don de la paz y la alegría en la resurrección es un hito nuevo en el lento y desafiante camino hacia la fe.

    Con Cristo resucitado no ha lugar ya para los miedos, ni el escepticismo, ni la incredulidad, ni la desconfianza

    Jesús ante la duda de Pedro porque se hundía en el agua le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado? (Mt 14, 22)

    Esto mismo nos dice a nosotros cuando en nuestra vida hay tantas dudas sobre el Señor, sobre nuestra salvación. También a nosotros, el Señor nos dice, como aquellos discípulos: Hombres de poca fe ¿por qué dudáis?

    La presencia de Cristo es lo que disipa de ellos las dudas, y esa misma presencia en nuestra vida es la que nos debe quitar los miedos, las incertidumbres y las dudas, para seguir al Señor entregándonos de lleno a cumplir lo que Él nos diga.

    Su presencia es lo que anima a los discípulos a entregar su vida para dar a conocer a Cristo y su mensaje, predicándolo y siendo testigos suyos por todo el mundo. Su presencia les hace ser fieles a su envío: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará» (Mc 16, 15).

    Cristo resucitado se hace presente en nuestra vida y necesitamos fe para descubrirlo, para confiar en Él y para cumplir la misión que nos ha confiado. Por eso tenemos que darle gracias por su presencia en nuestra vida y, al mismo tiempo, pedirle como los apóstoles: «Auméntanos la fe», (Lc 17, 5-6), porque es desde la fe desde donde hemos de estar seguros de que Dios no nos abandona, que Cristo sigue siendo el maestro que nos acompaña siempre para que vivamos llenos de fe y fructifiquemos en buenas obras.

    Pidámosle que nos muestre su presencia y nos anime a seguir luchando para hacerle presente en nuestra vida y en la de todos los demás.

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