Valientes para anunciar el evangelio al hombre actual

Jesús había dado una misión importante a la Iglesia en la persona de los apóstoles. Les había dicho, antes de subir al cielo: «Id, pues, y haced discípulos de todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 20).

Les había advertido de las dificultades que iban a encontrar para cumplir esta misión: «Mirad que os envío como corderos en medio de lobos: sed entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas» (Mt 10, 16).

Él sabe que las dificultades les van a dejar paralizados y les van a hacer difícil la misión que les ha encomendado, por eso hoy les dice: «No tengáis miedo a la gentes, porque el Padre cuidará de vosotros» (Mt 10, 26. 30); «a quien se declare a favor mío delante de la gente, yo me declararé a favor suyo delante de mi Padre» (Cf. Mt 10, 23).

Les exhorta para que, a pesar de los miedos que les van a acechar, no dejen de cumplir la misión, para que, a pesar de las dificultades, no hagan concesiones en contra del evangelio. Les anima a que no se dejen vencer por el miedo, porque están en las mejores manos que pueden estar: en las manos de Dios.

El tema de la valentía, el coraje y la fortaleza es muy importante en todos los momentos de la historia para todos los discípulos de Cristo, pero hoy, yo diría que es especialmente importante. 

Vivimos un momento donde el evangelio y el seguimiento de Jesús están en baja cotización. Por otra parte las críticas, las incomprensiones, los juicios condenatorios contra la Iglesia y cuantos anuncian el evangelio están a la orden del día.

Hoy necesitamos ser verdaderamente valientes, tener coraje y la fortaleza necesaria para ser fieles a la misión que el Señor nos ha encomendado a la iglesia entera y cada uno de nosotros miembros de la misma. El señor nos hace una llamada a ser fieles cada uno personalmente y también como comunidad cristiana.
No podemos ceder ante los miedos que nos producen las críticas y la actitud de los que no creen, ni a las presiones a las que nos somete la sociedad secularista y sin Dios, cuya actitud es que nos ocultemos, que no nos manifestemos como creyentes, que nuestra fe la vivamos cuando estemos solos, a nivel personal y privado.

Todos debemos sentirnos llamados a ser testigos valientes del Evangelio de Jesús en el mundo y en la Iglesia, porque es el Señor quien nos dice: «Alumbre así vuestra luz delante de los hombres, para que viendo vuestra buenas obras glorifique a vuestro Padre que está en el cielo» (Mt 5, 16).

A esta valentía para «llevar el mensaje Salvador al corazón del mundo», que diría san Juan Pablo II, nos anima la certeza de que no estamos solos, que Dios no está ausente ni se desinteresa de lo que sucede a los discípulos en el cumplimiento de su misión, sino que se preocupa por ellos, les acompaña y les ayuda. «No os dejaré huérfanos, el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, os enseñará todo y os recordará lo que os he dicho» (Jn 14, 18.26).

Debemos ser conscientes de cuáles son nuestros miedos en el cumplimiento de nuestra misión como seguidores de Jesús, para luchar contra ellos y que nada ni nadie nos impida por miedo cumplir con lo que el Señor nos ha encomendado, para que el mundo crea en el Señor, se convierta a su mensaje y se salve.

+ Gerardo Listado completo de Cartas