La Infancia Misionera, una fiesta para la reflexión de los mayores

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    Celebramos este domingo la Jornada de la Infancia Misionera. Una jornada dirigida fundamentalmente a concienciar a los niños en lo importante que es la ayuda recíproca entre los niños de todo el mundo.

    Los niños vivirán y aprenderán, desde muy pequeños, la importancia de esta solidaridad, si tienen a alguien que les ayude a descubrir la hermosura de saber compartir con aquellos otros niños más desfavorecidos de nuestra sociedad actual no solo lo material, sino también su propia fe, como un bien que es precioso para ellos y tiene que serlo también para tantos y tantos niños que aún no conocen a Jesús ni se han encontrado con Él.

    Diríamos que se trata de un proceso con cuatro etapas importantes y sucesivas: “buscar a Jesús”, “encontrarse con Él”, “ seguirlo” y “hablar de Él a los demás”; pero para hacer este recorrido, necesitan de alguien que les ayude a buscarlo, descubrirlo, seguirlo y comunicarlo.

    Y aquí es donde las dudas comienzan a rondar la cabeza y el corazón de cualquiera de nosotros, cuando observamos una sociedad donde Dios y la fe no se valoran, cuando contemplamos las familias y comprobamos que, casi sin darnos cuenta, se han ido paganizando y ya no se transmite a los hijos la riqueza de la fe, porque los padres ni buscan, ni encuentran, ni siguen a Jesús y su mensaje y, por lo mismo, no hablan de Él ni de la fe a sus hijos.

    Por eso,  he querido poner este título a esta reflexión  de hoy: La infancia misionera, una fiesta para la reflexión de los mayores; porque somos los mayores los que tenemos que transmitir la fe a los pequeños. Sin esta transmisión de padres a hijos es muy difícil que el niño busque, valore y viva su fe, ni de niño ni cuando sea adulto, precisamente porque no ha tenido una experiencia de la misma en su propia vida familiar.

    La familia debe ser la primera escuela de fe para los hijos, en la que aprenden a conocer, valorar y vivir la fe. Es en la familia en la que se les enseña a tener una “cosmovisión creyente”; es decir, una visión del mundo, en el que Dios está presente como creador, en la que Cristo aparece como el verdadero salvador del ser humano, que se encarna, haciéndose uno como nosotros, que muere por amor al hombre y resucita para vencer definitivamente la muerte y que el hombre no esté destinado para siempre al fracaso y a la condena, sino a la vida eterna.

    Es en la familia donde el niño tiene su primera experiencia de oración, de gratitud hacia Dios, que le ayuda a dirigirse a Él porque lo necesita. Es en la familia donde los niños aprenden a querer a los demás porque así se lo pide Jesús, a ser solidarios porque los demás son hijos de Dios y hermanos nuestros, a preocuparse porque los demás niños conozcan y tengan a Jesús como el “gran amigo”.

    Hemos de recuperar el sentido creyente de nuestras familias. Los padres queréis lo mejor para vuestros hijos y, sin embargo, muchos padres actuales, al no transmitirles la importancia y vivencias de la fe a sus hijos, les estáis privando de algo tan importante como que encuentren verdadero sentido a la vida.

    Si queremos que los niños vivan en todo su significado esta jornada de la infancia misionera, como un momento especialmente significativo para ellos de “buscar”, “encontrar”, “vivir” y “comunicar” a otros quien es Jesús para ellos, necesariamente tenemos que recuperar en nuestras vidas de adultos nuestra inquietud por “buscar al Señor”, “encontrarnos con Él”, “seguirlo personalmente” como verdaderos discípulos de Cristo y “enseñar y hablar” de Él a los demás.

    Feliz Jornada de la Santa Infancia para todos.
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