
Juan Bautista había sido elegido por Dios para que preparara el camino al Salvador, para ayudar al pueblo elegido a esperar al que viene a traer la salvación a su pueblo.
Durante todo el Adviento, la Palabra de Dios nos ha ido presentando a Juan como el profeta que anunciaba la llegada del Salvador. Él nos ha dicho cuál era su identidad: no era el Mesías, sino la voz que anuncia la llegada del Señor; su bautismo es solo por agua, pero anuncia la llegada de quien bautizara con Espíritu Santo; escuchó la voz del Padre que confirmaba a Cristo como el Hijo amado a quien había que escuchar.
En el evangelio de hoy, Juan presenta al Cordero de Dios. Juan estaba con sus discípulos y alzando los ojos ve a Cristo que viene hacia él y exclama: «Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Juan le conocía, pues cuando Jesús se pone a la fila para ser bautizado por él, Juan oyó la palabra del Padre que le confirmaba como el «Hijo amado» a quien deberíamos escuchar.
Juan sabe que su misión ha sido preparar el camino al Salvador que ha llegado, pero una vez ya encarnado y presente entre los hombres, su misión de anunciar a Jesucristo no ha terminado, continúa mostrándoselo a los hombres para que sigan personalmente al Salvador, por eso lo señala como el «cordero de Dios que quita el pecado del mundo».
A nosotros, como cristianos, discípulos y seguidores de Jesús, nos ha llamado también y lo ha hecho por medio de otras personas, que nos ayudaron a conocerlo y, conociéndolo, a seguirlo como sus discípulos. Entre las personas a través de las que Dios nos ha llamado han estado nuestros padres, nuestra familia, nuestra comunidad cristiana, otros cristianos que viven su fe y hemos conocido, tantas y tantas personas a través de las cuales nosotros hemos descubierto al Señor y hemos tratado seguirlo, viviendo el estilo de vida que el Señor nos pide desde la fe.
Juan, cumpliendo la misión para la que se le había llamado, señaló a los discípulos al Cordero de Dios que llegaba frente a él y, fruto de aquel anuncio a aquellos discípulos suyos, dejándolo a él, siguieron a Jesús como primeros discípulos.
Juan sabe que su misión ha sido preparar el camino al Salvador
Nosotros, hoy, como cristianos debemos ser auténticos anunciadores, testigos de Jesús en la Iglesia y en el mundo para que, a través de nuestro testimonio, otros se decidan a seguir a Jesús, como aquellos discípulos a los que Juan se lo anuncia. Dejándolo a él, siguen a Jesús.
El anuncio de Jesús a los demás por parte de los cristianos es algo particularmente importante y urgente hoy. Muchas personas no siguen a Jesús porque en el ambiente laicista y sin Dios en el que estamos viviendo nadie se lo ha anunciado y no lo conocen.
Todos debemos sentirnos llamados a ser discípulos misioneros, personas que creen en Jesús y lo anuncian a los demás y, además, haciéndolo de una doble forma:
A. Con nuestra palabra: hoy es necesario que no seamos cristianos acomplejados y que ocultemos nuestra identidad o que, incluso, cuando los que no creen atacan a los que creemos o tratan de burlarse, nosotros nos quedemos sin palabra y nos callemos, mientras ellos manifiestan abiertamente su incredulidad. No podemos ser cristianos acomplejados de ser lo que somos y sí debemos manifestarlo con claridad y defender lo que vivimos y en quien creemos, igual que quien no cree lo dice con toda la claridad.
B. Con nuestro testimonio. Fue el mismo Cristo quien nos dijo: «Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que viendo vuestras buenas obras glorifiquen a nuestro Padre que está en el cielo».
Que el ejemplo de Juan el Bautista, que vive, anuncia y señala a Jesús nos ayude a nosotros a ser sus testigos
El hombre actual cree a aquellos cuyas palabras concuerdan con sus acciones y, por lo mismo, a Cristo lo tenemos que señalar y anunciar con nuestra palabra, pero sin olvidar nuestro testimonio, siendo testigos de Jesús con nuestra vida.
El testimonio de vida es el que hace plantear al que no cree que merece la pena creer en quien creemos nosotros. Esto será verdad si ven que en nuestra vida que somos coherentes y cumplimos lo que decimos que creemos.
Que el ejemplo de Juan el Bautista, que vive, anuncia y señala a Jesús, nos ayude a nosotros a ser sus testigos, quienes lo señalemos a los demás con y desde la vivencia autentica de nuestra fe.
+ Gerardo
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