Obras son amores, que no buenas razones

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    Queridos diocesanos:
    Poco a poco vamos adentrándonos en el tiempo de Adviento y nos acercamos más a la Navidad.

    Las lecturas de este domingo nos hacen una llamada a la a demostrar nuestra identidad cristiana  a través de nuestras obras y a vivir nuestra vida cristiana con verdadera alegría.

    Jesús nos da ejemplo de probar lo que es a través de sus obras:

    Cuando Juan el Bautista, que está en la cárcel, envía a aquellos emisarios para preguntar a Jesús si es él el Mesías o tienen que esperar a otros.  Jesús no les responde con un largo discurso a través del cual convencerlos de lo que preguntan. Simplemente les dice: Id y decid a Juan lo que estáis viendo y oyendo: «Los ciegos ven. Los cojos andan y los pobres son evangelizados».

    Estos eran los signos que habían anunciado como signo de la presencia del Salvador en este mundo.
    Jesús cumple todo lo que estaba escrito acerca de la llegada del Mesías. Son sus obras las que convencen a Juan de que realmente él es el Mesías esperado.

    Una situación bien parecida a la que se da hoy entre nosotros. Si a nosotros alguien nos preguntara si nosotros creemos o no creemos, seguro que le haríamos toda una retahíla de razones por las que nos decimos cristianos, cuando en realidad ellos se convencerían mucho más si pudiéramos argumentar recurriendo a nuestras obras, si pudiéramos decirles, como Jesús: Mira mis obras.

    No siempre podemos recurrir a este argumento porque, tantas veces, nuestra manera de vivir no se corresponde con el estilo de vida que pide nuestra identidad de cristianos.

    Por eso, hoy el evangelio nos urge a que examinemos nuestra vida y veamos si con nuestras obras podemos convencer a alguien de nuestra identidad cristiana o más bien tenemos que cambiar.

    La preparación del camino del Señor pasa por la conversión de nuestra manera de vivir y de actuar, de tal manera que nuestras obras sean las que confirmen nuestra fe.

    Si una cosa es lo que decimos y otra lo que hacemos, hoy no podemos convencer a nadie. Estamos todos cansados de largos discursos vacíos y queremos ver obras, y no razones: Obras son amores, que no buenas razones, dice el refranero castellano.

    Demostremos lo que somos a través de nuestras obras

    Seguro que es por ahí por donde debemos encauzar nuestra conversión y nuestra preparación para la venida de Cristo a nosotros, viviendo el estilo que él predicó como el distintivo de sus seguidores.

    Y hay una segunda enseñanza en este domingo, que clásicamente se llama el domingo gaudete, el domingo de la alegría.

    Este estilo de vida peculiar del cristiano y del seguidor de Jesús no podemos vivirlo como tristones y resignados, como quien lleva arrastrando un fardo que le han cargado a la espaldas, como que no le queda más remedio.

    Hemos de  vivir nuestro estilo peculiar de vida con alegría. Hemos de ser cristianos alegres, que llaman la atención por su alegría en un mundo triste y lleno de problemas.

    Una alegría que hemos de contagiar a los demás, de tal manera que los ayudemos a descubrir que alguien que se ha encontrado con Jesús no puede estar triste, por muchos problemas que tenga, porque todo ello lo vencemos fácilmente con la ayuda del Señor.

    Ya lo decía san Pablo: ¿Qué podrá apartarnos del amor de Cristo?¿El hambre? ¿La persecución? ¿El peligro? ¿La espada? En todo esto vencemos fácilmente en aquel que nos ha amado.

    La fe, la vida como creyentes, merece la pena

    Nadie puede quitarnos la alegría de sentirnos amados por Dios, nadie puede entristecer a una persona que se ha encontrado con Cristo y trata de seguirlo. Como decía santa Teresa, «quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta».

    Vivamos nuestra fe en nuestra vida de cada día, demostremos lo que somos a través de nuestras obras y hagámoslo con verdadero gozo y alegría, como el mejor modo de prepararnos a su venida y de ser testigos de nuestra fe ante un mundo y una sociedad que huye de Dios, y como la mejor manera de demostrar a aquellos que no creen, o que lo viven a medias, que realmente la fe, la vida como creyentes, merece la pena.

    Feliz Domingo de la alegría.

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