
Jesús nunca habla de memoria.
Sus palabras son corroboradas por los hechos.
El domingo pasado Jesús se proclama luz del mundo, y aparecía curando a un ciego y dándole la luz a sus ojos.
En este domingo nos dice: «Yo soy la resurrección y la vida», y aparece dando la vida a un muerto, a Lázaro.
La resurrección de Cristo es lo que da sentido a toda nuestra vida. Da sentido a nuestra vida, a nuestros sufrimientos e incluso a nuestra misma muerte:
Cristo, con su resurrección, vence definitivamente la muerte. La ultima palabra ya no la tiene la muerte sino la vida. Cristo vence definitivamente a la muerte y triunfa sobre ella. Nosotros participamos de su triunfo y de su victoria.
La muerte, para el que cree en Jesús, no es:
• El final del camino.
• El “aquí se acabó todo”.
La muerte, para el creyente, es:
• Un paso, el último hacia la vida para siempre.
• La puerta que se nos abre a la vida en plenitud.
La muerte de Cristo no termina en el caos, en la muerte, sino que desemboca en la resurrección.
La vida del cristiano no termina en la muerte, sino en la resurrección, en la vida eterna, en la felicidad sin límites.
Esta es la verdad fundamental para los que seguimos a Jesús: seguiremos su misma suerte. Si Él ha resucitado también nosotros estamos llamados a esta misma resurrección.
Esta verdad da sentido a todo cuanto vivimos y sucede en nosotros. Da sentido:
• A la fe en la vida terrena.
• Al dolor y al sufrimiento en este mundo.
• A todo el esfuerzo que nos pide el vivir como Jesús quiere.
• A toda la renuncia y sacrificio que tantas veces supone el seguimiento de Jesús.
• Al mismo contrasentido humano que es la muerte.
Ahí está la verdadera diferencia entre el que cree y el que no a la hora de la muerte:
• Para quien no cree es el fin de todo, el “aquí se acabó todo”.
• Nada de todo en lo que confiaba en esta vida le puede librar de la misma.
Para quien cree:
• La muerte no es el final.
• Cuesta aceptar, porque en la vida entretejemos profundas relaciones humanas, que la muerte destruye
• Pero tiene otra perspectiva muy distinta. - Es el encuentro definitivo con el Padre: • que espera con los brazos abiertos
• que llama a la felicidad eterna.
• que nos muestra el sitio que nos ha preparado junto a él.
• que nos quiere recompensar definitivamente y con creces, por los esfuerzos que hemos hecho por vivir su estilo.
Al hombre actual le cuesta pensar en la realidad de la muerte, pero es también porque le falta fe.
La resurrección de Lazaro es:
• La Resurrección de un muerto a la vida terrena. Por eso volverá a morir.
La resurrección de Cristo y la que Cristo nos promete:
• Es mucho más que ese dar la vida a un muerto.
• Es entrar en ese estado de felicidad pleno.
• Es poder estar viendo cara a cara, por toda la eternidad, a Dios, y gozar de su presencia.
• Es aquello que dice el apóstol: «Ni ojo vio ni oído oyó lo que Dios tiene preparado para los que le aman».
Cristo es la Resurrección y la vida. Nuestra resurrección y nuestra vida en plenitud.
La salvación nos la regala Dios , es un don de Dios, aunque Dios cuenta con nuestra aportación. Así lo expresa san Agustín: No todo depende de ti, pero sí hay algo que depende de ti: vivamos de tal forma que eso que depende de nosotros lo logremos vivir y cumplir, para que el Señor nos dé esa resurrección y esa bienaventuranza eterna, que es la que esperamos y por la que vivimos como vivimos.
+ Gerardo
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