
Celebramos en este domingo segundo del Tiempo Ordinario la jornada de la Infancia Misionera con el lema
Con Jesús a Jerusalén, ¡luz para el mundo!
La jornada de la Infancia Misionera está ordenada a que los niños tomen conciencia de lo que ellos tienen y otros niños no y, por lo mismo, valorarlo, amarlo y darle gracias a Dios por ello.
Es una jornada orientada a los niños para que descubran que ellos pueden hacer algo por los demás niños de las misiones que no tienen lo que a ellos les sobra, es una llamada a la solidaridad.
La solidaridad con los niños que necesitan de nuestra ayuda es una exigencia de nuestra fe, que nos pide amar, compartir y ser generosos con los niños en tierras de misión.
Cuando lo hacen los niños se unen a la acción de Jesús niño que se solidarizó con toda la humanidad y quiso nacer, sufrir, morir y resucitar por la salvación de todos.
Estos cuatro objetivos son aspectos muy importantes en la vida de todo cristiano, pero lo son de una manera especial en la vida de todo niño, en los cuales debe ser educado desde niño, para que lo viva como exigencia de su fe, como algo que le ayudará a ser generoso y compartir con los demás que viven a su lado.
Es verdad que la jornada de la Infancia Misionera tiene como centro de pensamiento y actuación a los niños, pero dicha conciencia y actuación de los niños la hemos de llevar adelante las personas adultas, por eso es también la Infancia Misionera una jornada de llamada a los adultos a suscitar en los niños esas actitudes tan importantes de amor a los niños de tierras de misión.
Somos los adultos, que somos más conscientes de todo cuanto sucede en nuestro mundo, quienes hemos de educar a los niños para que sepan valorar lo que tienen y que a otros les falta, para que lo valoren y lo agradezcan a Dios y a todos cuantos les proporcionan todo eso que les hace vivir una vida mejor que la de otros niños como ellos, que no lo tienen y necesitan que otros los ayuden.
Hay que suscitar esta conciencia de todo lo que Dios les ha regalado en sus padres, en sus maestros, en sus médicos, en sus catequistas. Es suscitar en el corazón del niño una actitud de agradecimiento a Dios y a todos cuantos hacen posible esa vida para ellos.
La solidaridad con los niños que necesitan de nuestra ayuda es una exigencia de nuestra fe que nos pide amar, compartir y ser generosos con los niños en tierras de misión
Esta conciencia de gratitud y agradecimiento en los niños, debemos ser los adultos los que los ayudemos a vivirla, desde nuestra reflexión, desde nuestra oración y desde nuestra actitud agradecida a Dios por todo ello.
Junto a esta actitud de agradecimiento a Dios y a todos los que hacen su vida mejor como niños, cuando se mira a otros a los que les falta todo, está también la llamada a compartir, a la solidaridad con todos los niños que no pueden disfrutar de lo que nosotros tenemos.
Lo que nosotros tenemos es algo que hemos de compartir, cada uno desde la situación que se encuentre. Enseñar a los niños a compartir lo poco o mucho que tienen, es algo que va a pesar en toda su vida, para no encerrarse en su egoísmo de pensar solo en sí mismos, y mirar para otro lado cuando encuentren personas y situaciones de necesidad.
La llamada a compartir, a solidarizarse con los que menos tienen, es ayudar a los niños a abrir su corazón a las necesidades de los que tienen cerca y de los que tienen lejos, haciéndolos conscientes de que, por muy poco que puedan compartir, siempre hay algo que pueden hacer y con lo que ser solidarios con los que menos tienen.
Lo que nosotros tenemos es algo que hemos de compartir, cada uno desde la situación que se encuentre
Esta solidaridad con los demás que no tienen lo que ellos, se les debe enseñar que no solo es fruto de su generosidad, que es también y principalmente la enseña y la exigencia de nuestra fe, que nos está pidiendo que la fe la traduzcamos en obras de caridad, de compartir, de solidaridad, creando en el niño la conciencia de que deben compartir desde su propina, hasta su amistad y cariño por ellos y que, cuando lo hacen no solo lo hacen ellos, sino que se están uniendo a la acción de Jesús, que los ama por igual a ellos y a los otros y que se entrega por todos y salva a todos.
Es muy importante que los padres se preocupen de suscitar estas actitudes tan importantes en los niños, que van a entenderlo y vivirlo ahora de niños. Además, lo que vivan ahora de niños va a dejar una impronta grande en su corazón para vivirlo a una escala mayor cuando sean mayores, logrando así que los hijos sean unas personas agradecidas, solidarias con los necesitados, porque así se lo pide su fe. Una fe que deben traducir en obras de caridad para los demás, así se lo pide Jesús y su fe en Él.
+ Gerardo
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