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domingo, 17 de julio de 2016
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Por
Juan Sánchez Trujillo
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el. servicio; hasta que se paró y dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano. Pero el Señor le contestó:
Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán. Lucas 10, 38-42
A María le parecía increíble tener al Maestro, por una vez, todo para ella, poder escuchar en silencio las palabras de vida eterna que Él decía hasta en los momentos de descanso. Así que ella se acurrucaba a sus pies para escucharle, como se acostumbra todavía en Oriente.
No es difícil imaginar el tono, entre resentido y bromista, con el que Marta, pasando ante los dos, le dice a Jesús (¡pero también para que lo oiga su hermana!): Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude. Fue en este momento cuando Jesús pronunció unas palabras que por sí solas constituyen un pequeño evangelio: Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será arrebatada
Muchos, al leer este evangelio, pueden sentir simpatía por la posición de Marta; y no entender la respuesta de Jesús, faltos tal vez de una justa jerarquía y piorización de valores evangélicos. La solución para entender la respuesta, podría estar en el subrayado de las palabras mismas de Jesús: Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria.
Y es que donde hay inquietud y nerviosismo, fácilmente se pierde la paz. Con frecuencia queremos resolverlo todo, contando sólo con nuestras capacidades humanas. Un servicio que no nace de la escucha al Señor no puede tener en cuenta sus planes, y se convierte en activismo. Jesús no critica el servicio. En muchos otros pasajes del Evangelio nos enseña su importancia. Pero aquí Jesús establece la prioridad: escucharle. Es la misma prioridad que enseña el Padre cuando nos dice: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle. El servicio esta fuera de lugar cuando nos impide escucharle. ¡Escuchar a Jesús! Esto es lo que hace María, sentada a sus pies y Jesús dice que esa es la parte mejor, y no se la quitarán ¡De nada vale correr mucho, si vamos en la dirección incorrecta! Tendríamos después que desandar el camino. Sólo escuchando al Señor, podemos tener sabiduría para servir en paz y con buenos frutos…
Aquel encuentro en Betania era una oportunidad única para escuchar a Jesús. Le quedaba poco tiempo en este mundo. No es hora de distraerse con amenidades o cosas de segundo orden. Marta y María, como discípulas estaban recibiendo Palabras directamente del Señor, que después deberán compartir con la comunidad cristiana. Lo que más desea Jesús es que le escuchemos para así poder darnos sus Palabras de vida eterna.
El mundo nuestro corre tan rápido, que la enseñanza del este evangelio es quizás más urgente que nunca. Hace falta rezar más y mejor, dedicar más tiempo a la lectura de la Biblia, de los Evangelios en concreto; a conversar en familia y sociedad, dispuestos todos a sacrificarnos para vencer la tiranía de los malos hábitos que dominan nuestro tiempo familiar y social… Hace falta agudizar los oídos del alma, y escuchar a Cristo, la Palabra humanizada de Dios, de la que tanta necesidad primaria y absoluta tenemos todos para vivir y sobrevivir en cristiano y en humano.
Es por aquello de que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. Respuesta que da Cristo a su primera tentación, de la que nosotros, nuestra Iglesia, nuestro mundo saldremos vencedores y revitalizados si primamos y priorizamos la escucha de la Palabra de Dios, como la mayor y mejor aportación que todo hombre y todo el hombre puede recibir gratuitamente de Dios y trasmitir meritoriamente a sus hermanos, los hombres.
Hacer... entendiendo
Por
Miguel Esparza Fernández
"En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Este tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: -Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano. Pero el Señor le contestó: -Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y no se la quitarán". (Lc 10,38-42)
Tantas veces como hemos leído o escuchado este pasaje, otras tantas nos hemos enredado en mil dudas tratando de aclarar su sentido: ¿cuál de los dos comportamientos es mejor, el de Marta o el de María? ¿qué significa cada uno de ellos? ¿alaba Jesús a una de las hermanas y corrige a la otra? ¿estamos ante la oposición entre acción y contemplación?
Vamos a concretar hoy nuestra reflexión en un decálogo. A ver si nos aclara algo:
Marta acoge en su casa.
Marta da.
Marta se mata por hacer.
Marta habla y actúa.
Marta ofrece cosas.
Marta pretende llegar a todo.
Marta toma la iniciativa.
Marta se ocupa de todo.
Marta quiere ser valorada.
Marta se pierde tras la eficacia.
María acoge en su corazón.
María recibe.
María quiere ser.
María calla y escucha.
María se da a sí misma.
María quiere entender.
María busca la voluntad de Dios.
María se detiene en lo importante.
María pasa desapercibida.
María se instala en el dejarse hacer.
Podemos seguir preguntándonos, ¿cuál de las dos es la postura más correcta? Pues, por separado, ninguna de las dos. Es necesario unirlas y armonizarlas. Pero, desde luego, poniendo como base imprescindible la actitud de María. Sólo así llegaremos a todo lo que tengamos que llegar, pero sin caer en utilitarismos, activismos, nerviosismos, inmediateces, precipitaciones, exteriorirades... que sólo conducen a frustraciones y empobrecimientos personales.
Sólo desde la actitud de María seremos capaces de dar más espacios en nuestra vida a eso que llamamos cultura, reflexión, convencimiento, contemplación... que nos llevarán a descubrir valores como la trascendencia, la solidaridad, el otro, la gratuidad, le generosidad...
Sólo comportándonos como María seremos capaces de entender y no sólo de hacer. Y sabiendo que es mucho más difícil lo primero que lo segundo. Lo ideal consiste en hacer las cosas entendiéndolas. Para eso, hay que ser Marta desde lo que es María.
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