Este domingo de la Santísima Trinidad, celebramos la jornada Pro Orantibus, este año con el lema Orar con fe, vivir con esperanza. Las mercedarias calzadas de Miguelturra nos escriben en este día dedicado a la vida contemplativa.
Dios llama al elegido de un modo especial para un encuentro, una experiencia profunda y personal. Regala este don maravilloso a quien él quiere y lo eleva a una vida de contemplación.
Solo el encuentro con Cristo cambia nuestra historia y a este encuentro tenemos que volver, una y otra vez, para estrenar cada día el gozo de la llamada (Vita consecrata).
La vida de contemplación nos ayuda a vivir como cristo obediente, casto y pobre; que se gasta y desgasta en el servicio del Señor, pero también es seguirlo en las dificultades.
En la oración, contemplamos al mismo Dios haciendo maravillas por su pueblo; manifiesta su amor, como se manifestó en el desierto, Sinaí, donde se palpa la presencia de Dios y lugar del encuentro con la Trinidad. «Venid a un lugar a descansar».
«Dios baja a pasear con Adán y Eva»
La vida Consagrada es subida al monte Tabor, para después bajar al valle de la vida, pero nunca vamos solos, nos acompaña el peregrino, la Iglesia, la comunidad que sube junto al contemplativo para subir a Jerusalén.
Esta vocación es para los escogidos como Pedro, Santiago y Juan.
Una vida de Contemplación es subir, escalar esa montaña alta y apartada, no olvidemos que esta vida es un don de Dios, un regalo en el que tenemos la búsqueda constante del amor de Dios, un amor que se sacia en la contemplación. «Al amanecer me saciaré de tu semblante» (salmo 17).
Subir a la montaña con Jesús no solo significa contemplar, sobre todo es purificación del alma, de nuestra conducta, reconocerme para mejorar, cambiar y convertirme.
Subir es un regalo de Dios porque de Él se obtiene la fuerza necesaria para llegar a ese encuentro de intimidad, no subamos a la montaña si no es iniciativa de Dios.
Vivir vida de contemplación no solo es gozo; desde lo alto Dios te da a conocer las necesidades de la humanidad, las dificultades y sufrimientos que gritan auxilio.
La vida consagrada esta llamada a vivir con exigencia una vida de separación con el mundo.
Debemos tener tiempo para «estar a solas» con Dios y recibir de él fuerzas para servir a los hermanos.
Ante este don tan sublime debemos ser agradecidos a nuestro Padre Dios y nuestra santísima Madre por manifestarnos su amor.
Por Mercedarias calzadas de Miguelturra