Corresponsables en la misión

Continuamos comentando los párrafos más importantes del Documento Preparatorio del Sínodo de los obispos. Hoy, una parte más del párrafo 30.

La sinodalidad esta´ al servicio de la misión de la Iglesia, en la que todos sus miembros están llamados a participar. Dado que todos somos discípulos misioneros, ¿en que´ modo se convoca a cada bautizado para ser protagonista de la misión? ¿Cómo sostiene la comunidad a sus propios miembros empeñados en un servicio en la sociedad (en el compromiso social y político, en la investigación científica y en la enseñanza, en la promoción de la justicia social, en la tutela de los derechos humanos y en el cuidado de la Casa común, etc.)? ¿Cómo los ayuda a vivir estos empeños desde una perspectiva misionera? ¿Cómo se realiza el discernimiento sobre las opciones que se refieren a la misión y a quién participa en ella? ¿Cómo se han integrado y adaptado las diversas tradiciones en materia de estilo sinodal, que constituyen el patrimonio de muchas Iglesias, en particular las orientales, en vista de un eficaz testimonio cristiano? ¿Cómo funciona la colaboración en los territorios donde están presentes diferentes Iglesias sui iuris diversas?

La misión de la Iglesia es la tercera acción señalada en el lema del Sínodo: «Por una Iglesia sinodal. Comunión, participación, misión». En efecto, a la identidad de la Iglesia pertenece su condición misionera, es decir, el haber sido enviada hasta los confines de la tierra a anunciar la verdad que nos salva: «mediante la predicación del evangelio, la Iglesia atrae a los oyentes a la fe y a la confesión de fe, los prepara para el bautismo, los libra de la esclavitud del error y los incorpora a Cristo» (LG 17). El papa Pablo VI lo expresaba con palabras más sencillas: «La Iglesia existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia» (EN 14).
La misión evangelizadora, que continúa la misión de Jesús y que la Iglesia recibe de los apóstoles, solo se realiza con la participación de todos. Lo mismo que la comunión requiere la participación activa de todos los cristianos, también la misión implica la participación de todos: «Todos los discípulos de Cristo han recibido el encargo de extender la fe según sus posibilidades» (LG 17).

Por tanto, si la misión evangelizadora es tarea de todos, el compromiso de los laicos es también evangelizador. Todos estamos llamados «a contribuir al crecimiento y santificación incesante de la Iglesia», y por eso «el apostolado de los laicos es una participación en la misma misión salvadora de la Iglesia» (LG 33). Unidos a Cristo, los laicos viven la misión de la Iglesia en «todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal…» (LG 34).

La importancia de esta presencia misionera de los cristianos en el mundo justifica que el Sínodo le dedique una atención directa en el camino de reflexión y discernimiento. En concreto, hay que revisar cómo se hace partícipe a la comunidad cristiana de esta misión evangelizadora que los laicos realizan en medio del mundo, y al mismo tiempo cómo la sostiene y ayuda. Es una tarea que se realiza en nombre de todos. Por esta razón, resulta importante que toda la comunidad cristiana participe en las opciones concretas que se refieren a las acciones evangelizadoras.
 

Por Juan Serna Cruz