La visita ad limina, un verdadero kairos para los obispos

Don Gerardo Melgar, obispo de Ciudad Real, nos cuenta la Visita ad limina apostolorum de los obispos españoles tuvo lugar en Roma, en cuatro grupos de obispos, entre el 13 de diciembre de 2021 y el 29 de enero de 2022.

La visita ad limina apostolorum de los obispos españoles tuvo lugar en Roma, en cuatro grupos, entre el 13 de diciembre de 2021 y el 29 de enero de 2022.

A nuestra diócesis, junto con toda la provincia eclesiástica de Toledo, y con las de Valladolid, Madrid y el arzobispado castrense, nos tocó en la última etapa, del 24 al 29 de enero de 2022.

Normalmente suele ser una visita que se hace cada cinco años, pero la pandemia, en esta ocasión, ha obligado a hacerlas con más retraso, pues la última vez que nos reunimos en Roma, en la visita anterior, fue hace ya casi siete años: del 24 de febrero al 8 de marzo de 2014.

La visita esta cargada de sentido teológico y pastoral, pues se trata de celebrar la fe junto a las tumbas de Pedro y Pablo, que supone una auténtica confirmación de la misión y del ministerio de los obispos junto al Papa, expresando la comunión entre los sucesores de los apóstoles de las iglesias particulares y el sucesor de Pedro.

Ha sido una visita muy intensa, hemos podido descansar poco. Todos los días nos hemos tenido que levantar a las cinco de la mañana para poder estar a las siete menos cuarto  en la diversas basílicas, celebrando la eucaristía. A las nueve comenzábamos la visita a los distintos dicasterios.

Las visitas y las reuniones con los responsables de los distintos dicasterios han sido unos momentos de comunicación de los responsables de los mismos, en los que nos hacían partícipes de los objetivos de cada uno de ellos. Por nuestra parte, expresábamos los problemas, las necesidades, o las dificultades que encontrábamos en las diócesis en los distintos campos de la fe y la pastoral de los que estos están encargados.

Transcurrieron las dos horas y media largas, sin casi enterarnos, porque realmente no hubo ninguna pregunta que no contestara con una gran cercanía

No se trataba tanto de rendir cuentas, cuanto de que nosotros conociéramos cuales eran los estilos, misión y preocupaciones de ellos y, a la vez, que ellos conocieran los nuestros. El clima en todos estos encuentros ha sido de plena comunión fraterna entre todos y, ciertamente, nos hemos sentido acompañados y animados en los problemas que han ido apareciendo.

Este tipo de encuentros siempre son muy interesantes y, sobre todo, nos ayudan a entender que los dicasterios romanos están al servicio de las diócesis e iglesias particulares, y  que podemos contar siempre con ellos cuando aparezcan problemas en las mismas y necesitemos de una ayuda para solucionarlos y darles una respuesta.

Las celebraciones de la eucaristía en las diversas basílicas han estado rodeadas siempre de un clima de fraternidad entre los obispos, sucesores de los apóstoles, y nos han ayudado a sentir una auténtica emoción al celebrar la eucaristía en las mismas, en las que están enterrados los apóstoles.

Para mí, es de una emoción especial la celebración de la eucaristía en la Cripta de San Pedro, en las tumbas del apóstol Pedro y de los Papas que le han sucedido. He sentido, y me he emocionado, sintiendo bien palpable la realidad de continuidad en la Iglesia de la sucesión apostólica desde los apóstoles hasta los que somos los actuales sucesores de los mismos, y me ha hecho sentir palpable y sensiblemente que la misión que ellos recibieron la tenemos ahora nosotros, los obispos.

Ha significado para mí una llamada muy especial a renovar nuestra misión y el compromiso en la Iglesia, para llevarla adelante y hacer lo posible para que el mensaje salvador de Cristo llegue a los hombres y mujeres de hoy, lo mismo que los apóstoles lo extendieron por todo el mundo con el envío recibido de Cristo.

El encuentro central y el día más importante de toda la visita ad limina fue, sin duda, el encuentro con el Papa, que en esta ocasión fue casi al final de la misma, el día 28 de enero. Dedicamos toda la mañana a estar con él, escucharlo y hacerle toda clase de preguntas, a las que él respondió en un clima de fraternidad, claridad y cercanía.

El encuentro con el Papa duró más de dos horas y media y, la verdad, es que fue estupendo. Ya desde el mismo saludo que él nos dirigió a todos juntos lo hizo lleno de cordialidad y cercanía.

Comenzamos saludándole cada uno de los obispos personalmente y después nuestros acompañantes. Cuando yo le dije que era el obispo de Ciudad Real, enseguida me dijo: «Yo conozco Ciudad Real, pues cuando estuve en Alcalá me llevaron a conocerla».

Fue estupendo, alentador y llenó de ánimo nuestros corazones para seguir anunciando con verdadero ardor pastoral el mensaje salvador de Cristo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo y de nuestra España

Tanto con nosotros como con quienes nos acompañaban, tuvo desde el primer momento y durante todo el tiempo que estuvimos con él, gestos de cercanía, de sencillez y de acogida. Gestos que mantuvo durante todo el tiempo que estuvimos todos los obispos juntos con él sin la presencia de los acompañantes.

Comenzaba el Papa nuestra reunión así: «Les doy la bienvenida a todos los obispos de esta última tanda de la visita ad limina de los obispos españoles y, ya saben, entre hermanos, por eso, con toda la sencillez, sinceridad y cercanía podemos mantener un diálogo, el tiempo que dure, de hermanos a hermano, sin prisas, y preguntándome lo que quieran sin miedo ninguno. Siéntanse con plena confianza. Bueno, y el balón esta en el centro, a ver quien quiere ser el primero en chutarlo».

Así comenzamos el diálogo con él, en este clima de fraternidad, de confianza, y sintiéndonos todos francamente muy bien por su cercanía y sus respuestas a todo cuanto se le preguntaba. Así transcurrieron las dos horas y media largas, sin casi enterarnos, porque realmente no hubo ninguna pregunta que no contestara con una gran cercanía, sencillez, confianza y hasta con un lenguaje, a veces, jocoso y bromista por su parte.

Así, después de cinco días realmente muy intensos, pero de una satisfacción completa por parte de todos nosotros, hacíamos de nuevo las maletas, para tomar de nuevo el avión y volver a nuestro quehacer de cada día en nuestras respectivas diócesis.
Yo, desde este medio, quiero agradecer al Papa todo cuanto vivimos con él y en su encuentro. Fue estupendo, alentador y llenó de ánimo nuestros corazones para seguir anunciando con verdadero ardor pastoral el mensaje salvador de Cristo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo y de nuestra España, de  nuestra tierra de Castilla-La Mancha y de nuestra Ciudad Real.
 
Por Gerardo Melgar Viciosa, obispo de Ciudad Real