Los religiosos renovaron su consagración

Este 2 de febrero, como es tradicional, se celebró en nuestra catedral la misa en la Presentación del Señor en el templo, día que dedicamos a la Vida Consagrada.

Durante la misa, que presidió el obispo, don Gerardo Melgar, los religiosos renovaron sus promesas y votos públicamente, orando y reafirmando el sí al Señor con el que entraron a formar parte de la vida consagrada.

La celebración comenzó con la bendición de las candelas, a los pies del templo, y la procesión, que culminó con el Gloria. El Seminario Mayor acompañó con cantos en toda la celebración.

Don Gerardo comenzó su homilía refiriéndose a la entrega que hacen los religiosos «para ser luz en la oscuridad, bálsamo en el dolor y esperanza en la desesperanza de nuestro mundo. En definitiva, para ser curación de un mundo herido de mil maneras, antiguas y nuevas».

«Que esta celebración sea una ocasión para renovar vuestros propósitos y compromisos y reavivar los sentimientos que deben inspirar vuestra entrega al Señor»


Explicó que la fiesta de la Presentación del Señor en el templo se dedica a los religiosos desde hace veinticinco años con dos objetivos. Por un lado, «para valorar el testimonio de vida de quienes han elegido seguir a Cristo de cerca mediante la práctica de los consejos evangélicos y aportar a la curación de las grandes heridas que sufre el mundo. Y, como segundo objetivo, para «ofrecer la celebración a los consagrados, para que esta celebración sea una ocasión para renovar vuestros propósitos y compromisos y reavivar los sentimientos que deben inspirar vuestra entrega al Señor, celebrando solemnemente todos los consagrados juntos las maravillas que el Señor ha realizado en vuestras personas».

Continuó refiriéndose al lema de la Jornada de la Vida Consagrada: Parábola de fraternidad en un mundo herido. «Un lema que se hace eco de dos contenidos muy importantes. Por una parte, de la condición llagada del ser humano y de la creación entera en la que todos nos sentimos reconocidos y, por otra parte, evoca la vocación y misión de las personas consagradas en la Iglesia y en la sociedad, siendo signo visible de la llamada perenne de Jesucristo y de la cercanía del Padre con cada ser humano, siendo auténticos samaritanos de todos los malheridos de la sociedad».

«Conscientes de que en la mano del pobre os vais a encontrar siempre con la mano de Dios, que es quien os pide, valoremos todos la generosidad y entrega de las personas consagradas»


En cuanto al servicio y ayuda de los religiosos, que evoca al buen samaritano, don Gerardo se refirió a la pandemia, «que tanto hace sufrir a las personas y a las familias», y en la que los religiosos «remáis con especial fuerza con vuestro testimonio de vida para hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad, fraternidad y esperanza».

Para concluir, el obispo invitó a toda la Iglesia a valorar la entrega de los religiosos: «Conscientes de que en la mano del pobre os vais a encontrar siempre con la mano de Dios, que es quien os pide, valoremos todos la generosidad y entrega de las personas consagradas y sintámonos todos llamados por el ejemplo de estas personas a imitar su testimonio samaritano, escuchando de nuevo la voz de Jesús, el buen samaritano que nos envía a todos a ser luz, esa luz que hemos recibido en la candela, y nos envía a ser buenos samaritanos y nos dice a todos: Vete y haz tú lo mismo».

Después de la homilía, todos los miembros de los Institutos de Vida Consagrada presentes en la catedral renovaron su consagración en el seguimiento de Cristo y en la misión de la Iglesia.