Escuchar

Continuamos comentando los párrafos más importantes del Documento Preparatorio del Sínodo de los obispos. Hoy, parte del párrafo 30.

La escucha es el primer paso, pero exige tener una mente y un corazón abiertos, sin prejuicios. ¿Hacia quiénes se encuentra «en deuda de escucha» nuestra Iglesia particular? ¿Cómo son escuchados los laicos, en particular los jóvenes y las mujeres? ¿Cómo integramos las aportaciones de consagradas y consagrados? ¿Qué espacio tiene la voz de las minorías, de los descartados y de los excluidos? ¿Logramos identificar prejuicios y estereotipos que obstaculizan nuestra escucha? ¿Cómo escuchamos el contexto social y cultural en que vivimos?

No puede realizarse la reflexión que propone el Sínodo sin actitud de escucha. En efecto, al escucharnos entre nosotros queremos reconocer la voz del Espíritu Santo, y así descubrir lo que nos pide en este momento de la historia. Pero escuchar no es simplemente dejar que resuene la voz de los otros: también es permitir que su forma de ver la realidad nos interpele.

Por eso, el Sínodo propone que el encuentro y la escucha implique a todos los miembros del Pueblo de Dios. Tienen que hablar y ser escuchados los laicos, particularmente las mujeres y los jóvenes; tienen que ser escuchados también los consagrados; y, aunque sea difícil, tienen que ser escuchados aquellos que en otros contextos son descartados o excluidos. El Sínodo quiere que en la Iglesia se oiga la voz de todos los que deseen aportar su propia reflexión.

El Sínodo propone que el encuentro y la escucha implique a todos los miembros del Pueblo de Dios

Además, como decíamos, la escucha no es solo hacer que se oiga la voz de todos. También es reconocer las dificultades que tenemos para escuchar, y esto es aún más difícil. Estas dificultades pueden ser exteriores (por ejemplo, que no se consiguen crear espacios de diálogo y encuentro para que todos puedan aportar su voz), o pueden ser también dificultades interiores, es decir, resistencias personales que nos llevan a descartar por principio las aportaciones que no se corresponden con nuestros propios planteamientos.
Por eso, el documento preparatorio del Sínodo nos pide, en este ámbito de reflexión, reconocer si tenemos «déficit de escucha» en nuestra comunidad cristiana. Quizás ofrecemos, proponemos, sugerimos y llamamos, pero no nos hemos parado a escuchar, reconocer, valorar… Del mismo modo, el Sínodo quiere que reconozcamos aquello que en nosotros obstaculiza la actitud de escucha: nuestras resistencias a acoger la voz de Dios, nuestro egoísmo que nos impide salir de nosotros mismos, nuestra falta de confianza que nos cierra a la voz de los demás…

Escuchar es la actitud básica para el Sínodo. Después, será necesario valorar y proponer, pero esto no puede hacerse sin escuchar. Los cristianos también tenemos que atender al contexto social y cultural en el que se sitúa nuestra Iglesia; en su Magisterio, los últimos Papas nos enseñan que la Iglesia es enviada al mundo: aunque este tiene su propia autonomía, está llamado desde su raíz al encuentro con Dios. En el mundo hay semillas de evangelio; por eso, como san Pablo, tenemos que discernirlo todo para quedarnos con lo bueno (1Tes 5,20; Flp 4,8), buscando hacernos todo para todos con el fin de salvar a cuantos se pueda (1Cor 9,19-23).
 
Por Juan Serna Cruz