Enriquecidos por su presencia

Esta Jornada de la Vida Consagrada, en la Presentación del Señor, el delegado de Vida Consagrada de Ciudad Real, Vicente Díaz-Pintado, nos habla del mosaico de carismas en nuestra Iglesia.

La vida religiosa es testimonio y profecía de los valores del reino de Dios que la Iglesia siembra en los corazones de los hombres y mujeres de este mundo. Y esa especial vocación se concreta en los distintos carismas que ofrecen para el crecimiento humano y espiritual del hombre. Es mucho lo que los religiosos y religiosos aportan a nuestra sociedad, en nuestros pueblos y comunidades.
Para la gran mayoría de los carismas religiosos los pobres son compañeros de viaje. Por eso, desde su propia experiencia de hacer vida el consejo evangélico de la pobreza, son muchas las congregaciones, órdenes o institutos de vida consagrada que atienden a los más necesitados de nuestra sociedad, limpiando, atendiendo y sanando las muchas caras con que hoy se manifiesta la pobreza en la persona. Y lo hacen desde la discreción evangélica y el acompañamiento silencioso. Ahí podríamos señalar a las hermanas de la Cruz, las Hijas de la caridad, las múltiples congregaciones religiosas que acogen y acompañan a los ancianos en muchos asilos repartidos en nuestra diócesis, las Adoratrices o las Siervas de los Pobres o de María, por poner algún ejemplo concreto.

Otros carismas se han preocupado de ofrecer al hombre una cultura y una educación integral, ofreciendo valores humanos y cristianos que dignifican y equilibran la verdad más honda de la persona y su vocación al amor. Son los colegios que siguen trabajando para garantizar el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos, también la educación religiosa. Muchos conoceréis a las Religiosas Concepcionistas misioneras de la Enseñanza, o las Dominicas de la enseñanza, las Calasancias, los Marianistas, Salesianos, las Mercedarias y muchas otras más.

Otros religiosos acompañan al preso en la cárcel ayudándole a sanar la dignidad herida y acompañando a sus familias, doblemente condenadas, por su dolor y por la sociedad. Es el caso de la orden Trinitaria.

En algunas de nuestras parroquias las religiosas ayudan en catequesis, visitan a los enfermos, preparan celebraciones y animan en la fe y la esperanza a tantos que hemos descubierto el amor que Dios nos tiene. De las muchas religiosas que llevan a cabo esta labor podemos recordar, entre otras, a las Apostólicas del Corazón de Jesús, las Hermanas del Ángel de la Guarda, las de la Misericordia de Sées, las Franciscanas de la Misericordia o las Hijas de la Virgen para la Formación Cristiana.

Una multiplicidad y riqueza de carismas que componen el hermoso mosaico de la Vida Consagrada que, como regalos del Espíritu, ofrecen un gran servicio humano y evangelizador a nuestra tierra.
 

Por Vicente Díaz-Pintado Moraleda