«Luz para alumbrar a las naciones»

Este domingo 16 de enero celebramos la Jornada de la Infancia Misionera con el lema Con Jesús a Jerusalén, ¡luz para el mundo! El delegado de Misiones de nuestra diócesis de Ciudad Real, nos habla sobre la luz de Jesús en esta jornada, recordándonos que los misioneros alumbran el mundo con la luz de Cristo y que con la Infancia Misionera podemos ayudar a nuestros niños a comprender el mensaje de Jesús para que «no dejen nunca de amar y ayudar a otros niños».

Cuando sus padres presentaron al niño en el templo, siendo apenas un bebé, Simeón lo reconoció como «luz para alumbrar a las naciones». Lleno de Espíritu Santo, aquel anciano fue capaz de percibir la presencia del Mesías.

Doce años después, siendo ya un adolescente, Jesús baja a Jerusalén, con sus padres, a quienes hará recordar que Él tiene una misión: «ocuparse de las cosas de su Padre». Podríamos pensar que está ya preparado para ser aquella luz del mundo. Y sin embargo, aún volverá con María y José a Nazaret, a esa vida cotidiana que hará madurar su naturaleza humana, preparándose para su misión evangelizadora.

Doble enseñanza, para los niños, y para todos: apreciar el valor de lo sencillo, disfrutar de la vida diaria, dejarse acompañar para aprender, aprovechar cada momento para ser feliz y hacer felices a nuestro alrededor. Pero también buscar, descubrir y madurar la propia vocación, conocer a qué me llama Dios, y estar dispuesto a seguir el camino que El me indique.

Jesús alababa al Padre porque había escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las había revelado a la gente sencilla

Más tarde, el mismo Jesús dirá a sus discípulos, y continúa diciéndonos a nosotros: «Vosotros sois la luz del mundo, vosotros sois la sal de la tierra». Él solo es la luz, pero nosotros tenemos que llevar el reflejo de su luz a un mundo a menudo oscurecido, sombrío, necesitado de brillo y de sabor, de la sabiduría de Dios. Todos nosotros estamos llamados a hacer brillar ante el mundo la luz de Cristo. Todos nosotros. Pero también tenemos que reconocer que, de manera especial, los misioneros, llenos de Dios por la oración, están llevando al mundo la luz de Jesús, que ilumina la vida de las personas y de los pueblos. Palabras que alegran el corazón. Proyectos de vida que llevan esperanza porque para Dios nada hay imposible. Gestos iluminadores de generosidad y entrega sin límites, a pesar a veces de la incomprensión o ingratitud. Perseverancia en la fidelidad del amor de Dios. Alegría vencedora de la muerte.

Jesús alababa al Padre porque había escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las había revelado a la gente sencilla. Ayudemos a nuestros niños a comprender, porque ellos tienen el corazón sencillo y abierto como el de Jesús. Y acompañémosles para que no dejen nunca de amar y ayudar a otros niños, con los misioneros, hasta el confín de la tierra.
 
Por Damián Díaz Ortiz