«Le doy gracias a Dios por fijarse en mí»

Abel Fuentes, de 31 años, es natural de Campo de Criptana. Estudió Historia con un máster en investigación antes de ingresar en el Seminario en 2013. Fue ordenado sacerdote el pasado 2 de octubre.

Hace una semana se hacía realidad lo que tanto hemos deseado y para lo que nos hemos preparado durante la etapa del seminario: ¡sacerdotes de Jesucristo!

Durante el mes previo a la ordenación, donde hemos estado organizando todo y preparándonos, son muchos los recuerdos que aparecen y que han marcado mi vida vocacional hasta llegar hasta aquí. ¡Cuántas personas han influido! ¡Cuántas experiencias en la parroquia, en la diócesis, en la Iglesia!

En primer lugar, doy gracias a Dios por mi familia, porque ellos han sido los que me han transmitido la fe, con los que he ido a misa de niño. Aunque al principio a mis padres les costó la idea de que me fuese al seminario, les doy gracias porque supieron «despojarse» de un hijo y entregárselo a Dios.

Le doy gracias a Dios por fijarse en mí un día y conducir mi vida hasta hoy

También doy gracias al Señor por mi parroquia: por los diferentes sacerdotes que han pasado por ella y con los que he tenido contacto, por los distintos grupos parroquiales por los que he pasado, por las comunidades religiosas presentes en el pueblo, y por todos los que la forman. Toda la parroquia ha contribuido, en gran parte, a despertar mi vocación y a forjar mi corazón sacerdotal.

En el año 2013 ingresé en el seminario con miedo, incertidumbre e inseguridad. Dejaba mucho atrás y tenía miedo de equivocarme pensando que lo que me parecía a mí una llamada vocacional era simplemente cosa mía. Doy gracias a Dios por la que ha sido mi segunda casa: el Seminario Diocesano de Ciudad Real. En él descubrí que realmente Dios me llamaba a ser sacerdote suyo, y otra gran parte de mi corazón sacerdotal se ha modelado en esta casa.

Si antes hacía mención a mi parroquia como forjadora de mi sacerdocio, también debo hacerlo y dar gracias a Dios por todas las parroquias por las que he pasado de pastoral en los diferentes años de Seminario y por sus sacerdotes.

Por último, y al más importante, le doy gracias a Dios por fijarse en mí un día y conducir mi vida hasta hoy, sacerdote suyo para siempre. Sólo espero corresponderle y hacer realidad las palabras pronunciadas en una de las oraciones de la ordenación: «Advierte bien lo que vas a realizar, imita lo que tendrás en tus manos y configura toda tu vida con el misterio de la cruz del Señor». Que mi sacerdocio sirva para acercar a Cristo a los hombres; para que los hombres se acerquen a Cristo, razón de nuestra esperanza y esperanza de nuestra vida.
 
Abel Fuentes Pintado