Segundo domingo de Cuaresma: «Elegidos»

Algunas parroquias de nuestra diócesis tienen catecúmenos adultos que recibirán los sacramentos del bautismo, la confirmación y la eucaristía en la Vigilia Pascual de la catedral, presidida por el obispo. Este camino hacia el bautismo, está jalonado cada domingo cuaresmal con lecturas apropiadas para el recorrido espiritual del catecúmeno. En el artículo de hoy, publicado en Con Vosotros el pasado domingo, el delegado de Liturgia nos habla de la elección de los candidatos, advirtiendo que «no se trata tanto de querer ser cristianos, sino de ser llamados».

El segundo domingo de Cuaresma se centra en la transfiguración. La Cuaresma es ya importante para el catecúmeno por lo que supone como proceso. De las tentaciones a la transfiguración, el catecúmeno ha pasado a ser «elegido» desde el principio de la Cuaresma. Al comienzo de la Cuaresma celebró el «rito de elección o inscripción del nombre». En nombre de Cristo y de la Iglesia son admitidos como «elegidos». La presencia de los padrinos es fundamental.

Para los elegidos se pide al Padre que se digne «guiar a estos elegidos de la Iglesia» y les conceda que, «fieles a la vocación recibida, merezcan ser trasladados al reino de tu Hijo». La intensidad de la Cuaresma toca la gracia de ser elegidos y desbordados más allá de su voluntad: no se trata tanto de querer ser cristianos sino de ser llamados, elegidos para una vocación que aspira a ser vivida intensamente. No es extraño que la transfiguración, como encuentro en el misterio de la persona de Cristo, suponga un punto de interiorización en el seguimiento de Cristo y el anticipo del cumplimiento de la promesa de la vida definitiva.

A veces, muchas veces, se nos olvida que la Cuaresma no es un periodo de decadencia vital del cristianismo que se «mortifica a sí mismo»

Es curioso que el acento de la Cuaresma en este ciclo A (lecturas típicas de la iniciación cristiana) sea bautismal. A veces, muchas veces, se nos olvida que la Cuaresma no es un periodo de decadencia vital del cristianismo que se «mortifica a sí mismo». Se trata de avanzar de cerca con Cristo, camino del misterio Pascual: qué importante profundizar el camino cristiano como vocación bautismal, como algo que afecta a tu ser. Perteneces a Cristo y subes al monte para que Cristo se transfigure orientando así el camino al cumplimiento de la verdad plena. Anticipo de lo que será, el elegido siente sobre sí la gracia de haber sido llamado, en compañía de sus padrinos, hacia la Pascua como experiencia vital, personal y comunitaria.

Y es aquí donde los «elegidos» que llevan tiempo preparándose para recibir los sacramentos de iniciación sienten sobre sí la oración intensa de la comunidad que ora por ellos y los acompaña como Iglesia. Orar por los demás y vivir en nosotros que nuestro bautismo nos dejó, a través del sacramento, en un camino netamente vocacional de pertenencia a Cristo. La transfiguración se torna una interesante meditación sobre el misterio pascual de Cristo y nuestra configuración con Él.
 
Por Arcángel Moreno Castilla