«Hemos aprendido a acompañar procesos de conversión»

Ambrosio León es el delegado de Pastoral Penitenciaria en nuestra diócesis. En la festividad de Ntra. Sra. de La Merced, patrona de Instituciones Penitenciarias, el delegado nos acerca el trabajo que los voluntarios realizan en las prisiones de nuestra iglesia.

La Pastoral Penitenciaria es la acción de la Iglesia de Ciudad Real encaminada al acompañamiento de las personas privadas de libertad y a sus familias. Para ello, por medio de capellanes y voluntarios, la Pastoral Penitenciaria se hace presente en las prisiones de Herrera de La Mancha y Alcázar de San Juan mostrando su cercanía con estas personas que atraviesan un momento difícil en su vida.

Detrás de una persona privada de libertad hay siempre algo más que una condena a cumplir fruto de una mala decisión que le provoca su situación de cárcel. Son hijos de Dios que están atravesando un momento de confusión, de soledad y algunas veces de desesperación. La Iglesia siempre ha sentido la necesidad de ser cercana a estas personas, entre otras cosas, porque en sus inicios la Iglesia estuvo recluida y encarcelada; pero, sobre todo, porque nuestro Señor Jesucristo experimentó en su vida mortal la cárcel y dos procesos judiciales que le llevaron a la condena de muerte.

Hemos podido acompañar procesos de conversión, de reconocimiento sincero de la culpa; el deseo interior de que la cárcel sea un aprendizaje para la vida posterior en libertad

En estos años desarrollando esta labor hemos podido acompañar procesos de conversión, de reconocimiento sincero de la culpa; el deseo interior de que la cárcel sea un aprendizaje para la vida posterior en libertad. Es una pastoral de «poner el oído y el corazón» para la escucha paciente, para el diálogo íntimo. Muchas veces consiste en escuchar y callar, estar ahí.

Salimos de la prisión con la sensación de haber aprendido la lección de la vida, esa que no se aprende en los libros; esa que se fragua en el dolor y la esperanza.

Este momento de pandemia que seguimos atravesando, ha mermado mucho nuestra presencia en las prisiones de la provincia. Nuestra labor ha sido procurar estar, aunque en la distancia; actuar más con las familias, en la medida en que la situación nos lo ha permitido. Sin embargo, afrontamos el comienzo de curso con más esperanza, ya que podremos comenzar las actividades con voluntarios, aunque con los aforos y las medidas sanitarias pertinentes.

No nos cansemos nunca, como Iglesia diocesana, de rezar y acordarnos de los privados de libertad.
 
Por Ambrosio León Herráez, delegado de Pastoral Penitenciaria de nuestra diócesis