«La vida es vocación, es llamada»

Carmelo Navas López es natural de Valdepeñas, tiene 29 años y entró a nuestro Seminario de Ciudad Real en 2013. Ahora, tras terminar los estudios de Teología, realiza su labor pastoral en las parroquias de Villarta de San Juan, Arenas de San Juan y Cinco Casas, en los últimos meses previos a la ordenación. Era teclista en una orquesta cuando sonó la melodía de la vocación.

Carmelo, ¿de la orquesta al sacerdocio?

Recuerdo con cariño una conversación que tuve con don Antonio [el obispo] poco después de entrar al Seminario. Hablando precisamente de esto, me dijo el obispo que cuando el Señor «engancha» por un camino, ese camino no suele desaparecer. A mí me enganchó por la música. Y ese camino no ha desaparecido. Aunque es cierto que ahora de manera muy diferente. Y es que a Jesús le gusta ponerlo todo patas arriba para que, a su vez, todo vaya ocupando su sitio. Eso pasó en mi vida.
 

Llegó un momento, alrededor del 2011 y la JMJ de Madrid, en el que empecé a plantearme la vida de otra manera porque sentía que Dios quería algo más de mí


Desde pequeño estuve ligado a la vida de mi parroquia. La adolescencia fue un poco más difícil en ese sentido. Pero llegó un momento, alrededor del 2011 y la JMJ de Madrid, que empecé a plantearme la vida de otra manera porque sentía que Dios quería algo más de mí. En ese momento estaba trabajando con una orquesta, haciendo gira por casi toda España y estudiaba piano en el conservatorio de Ciudad Real. Ahora, desde la distancia de aquellos momentos, veo cómo Dios quería que fuese instrumento suyo para colaborar en esta gran sinfonía que es la historia de la salvación.

¿Qué pensaron tus compañeros cuando diste el paso?

Hubo de todo. Dije que me iba al Seminario en plena gira, para que me fueran buscando sustituto. En la orquesta donde estaba trabajando en ese momento había personas muy distintas, de varios países y con religiones diferentes. Los más respetuosos fueron los compañeros que eran religiosos, aunque no cristianos. También tenía un compañero cristiano, que fue acompañándome en el proceso desde antes. No faltaron los que no daban crédito cuando se enteraron. Pero la mayoría lo entendió y todos me respetaron.

¿Qué subrayas de tus años en el Seminario? ¿Cómo te ayudó ese tiempo?

Cuando entré no podía ni imaginar lo que iba a suponer mi paso por el Seminario en mi vida. En todos los aspectos. El Señor ha derramado tanta gracia sobre mí en esa casa que es la suya, que me es difícil subrayar algo.
En el Seminario he madurado como persona, he crecido como cristiano y he nacido como pastor. Allí he descubierto qué es realmente esto de ser cura, de ser llamado por Dios por medio de su Iglesia y para servir a su Iglesia, especialmente a esta porción que peregrina en Ciudad Real. Es en el Seminario donde he visto que realmente Dios me llama al sacerdocio, donde he recibido una formación que nunca agradeceré lo suficiente y donde he vivido con el cariño y la atención de formadores, acompañantes espirituales, profesores, religiosas y compañeros que me han enseñado tanto con sus vidas.

En tu labor actual, ¿qué es lo que más te está ayudando?

Si hiciéramos una lista con todo lo que me está ayudando en primer lugar tendríamos que poner: vivir con Óscar, recién ordenado sacerdote. Fuimos compañeros en el Seminario durante cinco años, estuvimos juntos de pastoral en Argamasilla de Alba, y ahora vivimos y trabajamos codo con codo, él como sacerdote y yo como seminarista. Estoy aprendiendo mucho de él y de las situaciones nuevas que tenemos que afrontar juntos.
 

Esto va de preguntar a Dios sin miedo y de fiarse de Él


El segundo puesto es para las personas de los tres pueblos. Me está ayudando mucho pasar tiempo y conocer de cerca a la gente.

En tercer lugar, diría que me está ayudando ver cómo funcionan estas tres parroquias, cada una con sus particularidades, y las actividades que realizo en ellas. Aunque es un tiempo extraño este de la pandemia y no se pueden hacer las actividades de siempre. Pero creo que es también un tiempo para la creatividad y sobre todo para la esperanza. Creo que todos necesitamos una palabra de aliento en medio de la prueba y que, como Iglesia, estamos llamados a cruzar este desierto poniendo los ojos en la promesa de Dios que se ha cumplido en Jesús.

Quizá te esté leyendo alguien que nunca se haya planteado que la vocación existe para todos los cristianos, ¿qué le dirías?

Que la vida misma es vocación, es llamada. Nadie hemos decidido nacer. Vivimos porque alguien nos ha llamado a la vida. Lo propio de los bautizados es descubrir que nuestra vocación es la santidad, que es vivir la vida que Dios tenía pensada para nosotros cuando nos llamó a este mundo y a formar parte de la familia de los hijos de Dios. Después, cada cual descubre su modo concreto. En mi caso, como ya he dicho antes, creo que es el sacerdocio ministerial. Esto va de preguntar a Dios sin miedo y de fiarse de él. Él quiere necesitarnos y nosotros tenemos el privilegio y la responsabilidad de ponernos a su servicio.