Un tema especialmente preocupante (I)

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    Queridos diocesanos de Ciudad Real:

    Son muchas las preo­cupaciones que inquietan la paz y la tranquilidad del obispo en una diócesis y a las que trata de dar respuesta lo mejor que puede y lo mejor que sabe.

    Una de estas preocupacio­nes importantes es la evangeliza­ción de la familia, porque nues­tras familias, sin darnos cuenta o siendo conscientes de ello, se han ido descristianizando. Por eso, todo lo que sea el trabajo pastoral con la familia será algo que pone las bases y los cimientos de toda la evangelización.

    Para animar la evangelización de la familia y de todos los demás sectores de nuestra sociedad que tanto lo necesita son necesarios los sacerdotes. Ellos son los prin­cipales agentes de la evangeliza­ción porque, aunque todos somos corresponsables de la misma y los laicos deben ser agentes importan­tes de esta, los que están dedicados en su plenitud de vida a la tarea evangelizadora son los sacerdotes.

    Todos queremos y pedimos a la diócesis y al obispo que haya sacer­dotes en todas las parroquias, que animen la fe y acompañen a todos los cristianos en el progreso positivo de la vida cristiana.

    La situación del número de los sacerdotes diocesanos es cada vez más preocupante: Unos se jubilan porque les llega su edad de jubila­ción y la enfermedad tiene especial incidencia en ellos, otros fallecen, y la realidad es que la diócesis cada vez cuenta con menos número de sacerdotes para atender las parro­quias y todas sus actividades pas­torales.

    El problema especialmente pre­ocupante es que nuestro seminario, que en otros momentos ha sido un seminario que cubría las necesida­des que había en cada momento, hoy es un seminario cada vez con menos seminaristas. Yo diría más, con un número especialmente preocupante que, en unos años, un par de ellos o tres, nos quedamos sin alumnos en el Seminario, tanto en el Menor como en el Mayor. Y, si no hay seminaris­tas, es decir, jóvenes normales que se planteen la vocación sacerdotal como una posibilidad a la que entregar su vida y ser felices, tampoco va a haber sacerdotes.

    Los sacerdotes no salen por gene­ración espontánea como las hierbas del campo, los sacer­dotes y las vocaciones de jóvenes al sacerdo­cio salen de la oración, preocupación y animación de todos.

    Todo lo que sea el trabajo pastoral con la familia será algo que pone las bases y los cimientos de toda la evangelización

    Las vocaciones sacerdotales, el que haya jóvenes que quieran entregar su vida al servicio de Dios y de los hermanos, depende, por supuesto, ante todo y sobre todo, de Dios, es verdad. Por eso Jesús dice a los discípulos: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Lc 10, 2). Pero todos los cristianos debe­mos colaborar con el Señor, porque así ha querido Él que fuera y todos debemos sentirnos responsables de la realidad de que haya o no ado­lescentes, jóvenes y menos jóvenes que se planteen su vida, y su voca­ción, y piensen y disciernan si Dios les puede estar llamando por este camino, como el camino que va a llenar plenamente su vida y en el que van a ser felices sirviendo a Dios y a los hermanos.

    Nos debemos sentir especial­mente responsables, en primer lugar y de forma especial los sacer­dotes, que desde nuestra viven­cia feliz de nuestro sacerdocio, recibamos la llamada a hacer la propuesta vocacional explícita a determinados jóvenes de nuestras parroquias, a los que les vemos con posibilidades de plantearse su vida por este camino. No podemos partir de que nos van a decir que no y, con eso y por eso, ya no nos atrevemos a plan­teárselo.

    Junto a nuestra propuesta explícita vocacional que hemos de hacer a determinados jóvenes que conoce­mos de la parroquia, nuestra misma vida sacerdotal vivida con entrega y alegría, tiene que ser llamada que anime a otros a comprometer su vida por ese mismo camino, porque nos ven a nosotros ilusionados felices, entregados y con verdadero ardor pastoral por ofrecer la salvación de Dios a los hombres, desde nuestro tes­timonio feliz de vida, como algo que nos llena del todo y que lo vivimos como lo mejor que nos ha sucedido, el que Dios nos haya llamado por este camino y noso­tros estemos respondiendo.

    Continuaré los próximos números de Con Vosotros.
     
    + Gerardo
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