Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia

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    A veces, los artistas se fijan en un solo aspecto de la vida de los santos. Y éste se reproduce infinidad de veces en cuadros, esculturas, grabados... Así sucede con san Jerónimo. Una época corta de su vida, en la que arreciaron las tentaciones de la carne, y que él venció con mortificaciones, ha pasado a la iconografía. Y, así, en iglesias y museos, podemos contemplar un san Jerónimo semidesnudo, sarmentoso, golpeándose el pecha con una piedra... 

    Pero el verdadero san Jerónimo es mucho más que un asceta. Es, sobre todo, el hombre estudioso de todas las ciencias de su tiempo, y, en especial, de la Biblia. Se le ha llamado el doctor máximo en la exposición de la Sagrada Escritura. 

    Había nacido, en la primera mitad del s. IV, en Dalmacia. Se educó en Roma. Al terminar los estudios, recibió el Bautismo. Tras una etapa de viajes por Europa, decidió dejar todo e irse a Jerusalén. Sólo se llevó sus libros. Su vida cambió por completo: ayunos, oración y estudio. 

    Ordenado sacerdote a los treinta años, dada su fama de conocedor profundo de la biblias, fue llamado a Roma por el papa san Dámaso, español. Fue su secretario, y le encargó la revisión del texto de la Sagrada Escritura. 

    Jerónimo continúa en Roma su vida austera. Muchos no comprenden ese género de vida, y tiene que abandonar Roma. Vuelve a Palestina. Se instala definitivamente en Belén. A partir de entonces, se dedica a leer y escribir sin descanso. Su traducción al latín de la Biblia llegó a convertirse en el texto oficial de la Biblia en la Iglesia. 

    Acérrimo defensor de la verdad, atacó duramente a los que se apartaban de ella. Eso también le ha creado una "leyenda negra" de hombre cáustico, mordaz, amargo... El verdadero Jerónimo fue, no obstante, moderado, humano, pacífico. 

    Alentó la vida monástica en Palestina. Allí fundó él mismo cuatro monasterios. Murió el año 420. Listado completo de Santos