Al encuentro de Cristo de la mano de María

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El pasado fin de semana, entre el 2 y el 3 de diciembre, se celebró la decimoctava Marcha de Adviento en Villarrubia de los Ojos, que acogió a más de medio millar de jóvenes para dar comienzo al Adviento.

Se trata de una actividad ya tradicional en nuestra diócesis, preparada por la Delegación de Pastoral de Juventud, que reúne cada año a cientos de jóvenes para comenzar a esperar la venida del Señor.

Las actividades comenzaron el pasado sábado por la mañana, con la oración una conferencia del vicario de Pastoral, Jesús Navarro Ortiz, sobre la representación e influencia de Cristo en el arte. El sacerdote explicó con múltiples recursos audiovisuales la evolución de la figura de Jesucristo en las representaciones artísticas, desde la pintura a la música, invitando a los jóvenes a plasmar sus propias experiencias de Jesús a la hora de expresarse.
 
Después, y tras la comida, llegó la hora del trabajo, con talleres en los que se transmitió a los participantes el tema de esta Marcha: «Un día con Jesús». La idea fue expresar cómo viviría Jesús en su vida oculta, proponiéndolo como ejemplo para los jóvenes, para sus decisiones y pensamientos.

Tras la cena comenzó el momento central de la Marcha de Adviento, la vigilia de oración del sábado por la noche. El estilo propio de estas oraciones ha conseguido calar entre los jóvenes, consiguiendo un silencio imponente en el templo durante la exposición del Santísimo. Estuvo presidida por el obispo, monseñor Gerardo Melgar, que se dirigió a los participantes anunciando la venida de «Jesús, el enviado del Padre que viene para sanar, viene para curar, para ungir con el aceite de la salvación a esta humanidad». El coro diocesano y diversas representaciones teatrales y audiovisuales sirvieron para acompañar e invitar a la experiencia de Dios durante la vigilia, en la que estuvo la «Inmaculada de los jóvenes», una imagen de la Conferencia Episcopal Española que recorre el país acompañada por la juventud.
 
La mañana del domingo comenzó con la eucaristía, que presidió el delegado de Pastoral de Juventud de la diócesis, el sacerdote José Felipe Fernández. Durante la misa, ya en el primer domingo de Adviento, se encendió la primera vela de la corona, iniciando un camino que se vivió en el corazón de los jóvenes y en el recorrido posterior a la misa hacia la «casa de María» en Villarrubia de los Ojos: el santuario de la Virgen de la Sierra.
 
Ya en el santuario, la Hermandad de la patrona de Villarrubia se encargó de sacar la imagen de la ermita, como colofón a la peregrinación de más de diez kilómetros de los jóvenes. Ante la imagen, el grupo rezó a María, uniendo «nuestra voz a la de todas las generaciones que te llaman bienaventurada», y se consagró a ella: «Acoge con benevolencia de madre el acto de consagración que hoy hacemos con confianza, ante esta imagen tuya».
 
Para el delegado de Juventud, «esta marcha ha sido una experiencia intensa en torno a la figura central de nuestra fe: Jesucristo. Y ha servido para continuar el trabajo durante el año de las parroquias de la diócesis». Se nota, como explica José Felipe Fernández, que «los jóvenes que participan en esta actividad tienen un recorrido parroquial que va calando, y no tienen miedo de acercarse a Dios y a María y discernir su misión en la vida». Este año, además, «se ha visto especialmente cómo los jóvenes van a Jesús de la mano de la Virgen». Por otro lado, la marcha no habría sido posible sin «la ayuda de la parroquia, de sus hermandades, de los servicios públicos y de la implicación voluntaria de tantas personas que, incluso, nos han abierto sus hogares».

Aquí puedes ver el álbum de fotos de la Marcha
 
Oración de consagración que rezaron los jóvenes ante la imagen de la Virgen de la Sierra
 
Bienaventurada María Virgen de la Sierra,
con renovada gratitud por tu presencia maternal
unimos nuestra voz a la de todas las generaciones 
que te llaman bienaventurada.

Celebramos en ti las grandes obras de Dios,
que nunca se cansa de inclinarse con misericordia hacia la humanidad,
afligida por el mal y herida por el pecado,
para curarla y salvarla.

Acoge con benevolencia de madre
el acto de consagración que hoy hacemos con confianza,
ante esta imagen tuya tan querida por nosotros.

Estamos seguros de que cada uno de nosotros es precioso a tus ojos
y que nada de lo que habita en nuestros corazones es ajeno a ti.
Nos dejamos alcanzar por tu dulcísima mirada
y recibimos la consoladora caricia de tu sonrisa.

Custodia nuestra vida entre tus brazos:
bendice y refuerza todo deseo de bien;
reaviva y alimenta la fe;
sostiene e ilumina la esperanza;
suscita y anima la caridad;
guíanos a todos nosotros por el camino de la santidad.

Enséñanos tu mismo amor de predilección 
por los pequeños y los pobres,
por los excluidos y los que sufren,
por los pecadores y los extraviados de corazón:
congrega a todos bajo tu protección 
y entrégalos a todos a tu Hijo, nuestro Señor Jesús. Amén