Una vocación centenaria que resurge

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Rosario Sánchez Monescillo es natural de Cabezarados, tiene 51 años y desde 2008 pertenece al Orden de las Vírgenes Consagradas (Ordo virginum). Actualmente, realiza su labor pastoral en la parroquia de San Juan Bautista de Cabezarados, ayudando en la liturgia, en formación de adultos y la atención espiritual de la comunidad. De cara a la celebración de la jornada para la vida consagrada del próximo martes, nos explica en qué consiste su consagración, una vocación concreta y «tan antigua como nueva», que se vive en nuestra diócesis.

Decimos que el Ordo Virginum es tan antiguo como nuevo porque se recupera tras el Concilio Vaticano II…

Sí, efectivamente, esta es una vocación muy antigua que surge en la Iglesia primitiva, digamos que procede del mismo corazón de Cristo y, de hecho, en el Evangelio se menciona en la parábola de las vírgenes prudentes (Mt 25, 1-13). Parece ser que en los albores de la Iglesia, en los primeros siglos, hubo mujeres que, renunciando al matrimonio, consagraban su vida a Cristo como esposas, viviendo en sus ambientes y trabajos, pero a partir del siglo V, aproximadamente con el surgir de los monasterios, fue desapareciendo hasta que con el Concilio Vaticano II se recupero el Ritual de Consagración de Vírgenes como una vocación con identidad propia, capaz de responder al deseo de muchas mujeres que querían dedicarse al Señor, de tal modo que hoy está extendida por todo el mundo y en España está prácticamente en todas las diócesis, surgiendo con gran fuerza.

Pero, concretando, ¿qué es el Orden de las Vírgenes Consagradas?

Es un carisma dentro de la Iglesia, suscitado por el Espíritu Santo, por el que Dios atrae hacia una alianza nupcial con Él, anticipando las bodas definitivas, para ser testigos de su amor en el mundo. De este modo, somos personas sagradas fascinadas y enamoradas de Jesucristo a quien ofrecemos nuestra virginidad, anticipando la vida futura.

¿En qué se diferencia de otras formas de vida consagrada?

La principal diferencia está en que cada consagrada tiene un camino personal distinto que realiza en su ambiente, pudiendo vivir solas, con su familia, o con otras consagradas, y se sustentan de su propio trabajo elegido libremente. Estamos vinculadas a la Iglesia local, donde realizamos nuestra labor apostólica según los dones que cada una tiene y bajo la tutela del obispo diocesano, que es quien nos consagra. Esto supone no haber estado casada, madurez personal, ejemplaridad de vida y una intensa espiritualidad y vida de oración.

Cualquiera podría decir que todo esto ya se «hace» sin consagración…

En la virginidad consagrada prevalece más el ser que el hacer, de hecho lo importante de nuestra vocación es la dignidad de ser esposa de Cristo, testimoniando en el mundo su amor, siendo prudentes y humildes, teniendo como modelo principal a María, nuestra madre. Para ello es fundamental una vida sacramental, de oración y de estudio de la Sagrada Escritura, por eso la Liturgia de las Horas, la eucaristía y la confesión son lo prioritario, así como el ejercicio de la caridad en nuestro ambiente cotidiano, configurando nuestra vida con el Señor Jesús.

En nuestra diócesis se consagran mujeres desde hace años, con más de doscientas en toda España, ¿cuántas mujeres pertenecéis aquí al Ordo virginum?

Actualmente somos cinco vírgenes consagradas distribuidas por distintos pueblos de toda la diócesis, teniendo presencia en Alcázar de San Juan, Viso del Marqués, Puertollano, Moral de Calatrava y Cabezarados.

¿Cuál es vuestra acción?

Cada una al vivir en su ambiente concreto realiza su labor apostólica según sus posibilidades y dones. De hecho, tenemos nuestra Regla de Vida individual, supervisada y aprobada por el obispo, con quien tenemos un contacto directo. Dedicamos algunas jornadas al año al encuentro fraterno, la oración y la formación con el resto de consagradas de España.