La evangelización del mundo, es tarea de todos

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    Para la semana del 28 de agosto de 2016

    Queridos diocesanos:
     
    Estamos finalizan­do las vacaciones y a pocos días de reto­mar nuestro trabajo y comenzar un nuevo curso.
    Al comienzo del mismo me pare­ce importante que cada uno sepamos asumir la tarea que nos corresponde como corresponsables de la evangeli­zación de nuestro mundo.
    El Señor un día envió a los Após­toles y en aquellas personas lo hizo a toda la Iglesia con estas palabras: «Id por el mundo entero y predicad el evangelio a toda la creación» (Mt 28, 18).
    Todos los cristianos, por el hecho de estar bautizados, tenemos enco­mendada la misión de llevar el men­saje salvador de Cristo al corazón del mundo para que se conviertan y se salven.
    Hay muchos que piensan, incluso cristianos, que la evangelización del mundo es responsabilidad y compe­tencia exclusiva de los sacerdotes y los religiosos. Ellos solo se lamentan de lo mal que está el mundo, pero no se sienten llamados a poner de su parte lo que esté en su mano para que ese mensaje salvador de Cristo llegue a todos los hombres.
    La misión que Cristo encarga a la Iglesia es una misión propia de la Iglesia entera y de todos los bautiza­dos. Por el hecho de estarlo y serlo, somos parte de la Iglesia y, por lo mismo, participamos de la misión que esta tiene y debemos sentirnos responsables de lo que está sucedien­do en el mundo respecto a la evange­lización.
    Dos medios importantes tenemos a nuestro alcance para ejercer nues­tra responsabilidad evangelizadora: la palabra y el testimonio.
    Por medio de la palabra trasmiti­mos a los demás el conocimiento de la persona de Jesús, su mensaje y su vida y les hacemos la llamada a se­guirle como discípulos suyos.
    Por el testimonio animamos a otros a vivir el estilo peculiar que no­sotros encarnamos en nuestra vida como creyentes y confirmamos la veracidad de lo que anunciamos con nuestra palabra.
    El testimonio es lo que ratifica nuestras palabras. Es de tal impor­tancia, y mucho más en un mundo como el nuestro en que todos esta­mos cansados de grandes discursos vacíos, que de él decía san Juan Pa­blo II: «el único evangelio que mucho hombre y mujeres de nuestra mundo actual van a leer es el testimonio que demos los cristianos».
    Por medio de la palabra y del tes­timonio hacemos realidad nuestra responsabilidad de que el mensaje salvador de Cristo llegue a todos los hombres.
    Al comenzar un nuevo curso he­mos de planificar nuestra vida de fe y trazarnos un progra­ma a se­guir para vivir y ser testigos de ella donde y con quien quiera que nos encontre­mos. Solo así será un curso realmente evangelizador para todos.
    Con la palabra y el testimonio de­bemos ser transmisores de nuestra fe a los miembros de nuestra familia; debemos suscitar preguntas sobre Dios en aquellos que viven indife­rentes a la fe y a la persona de Cristo; y animar a cuantos se sientan con­fundidos y desanimados en el plan­teamiento cristiano de su vida.
    Desde nuestra palabra y nuestro testimonio podemos y debemos ayu­dar a otros a plantearse su fe en Cris­to y a responder con generosidad a lo que los interrogantes sobre Él mis­mo suscite el conocimiento de la vida cristiana que cada cristiano hace rea­lidad en la propia vida.
    En el curso que comenzamos, ha­gámoslo con ilusión y entusiasmo de vivir nuestra vida como verdaderos discípulos de Cristo y testifiquemos nuestra fe delante de los demás para que nuestro actuar les estimule a ellos en la vivencia autentica de su fe en Él.
     
    + Gerardo

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