
Estamos muy acostumbrados a escuchar la pasión, a contemplar los personajes de la misma con una cierta rutina. Vemos a Cristo sufriendo y muriendo y nos parece lo más normal, o a Pilato condenándolo, o a Pedro negándole, o a Judas traicionándole.
En la lectura de la Pasión del Señor, aparecen estos personajes principales:
1. Los sumos sacerdotes, los escribas, los fariseos, las autoridades religiosas:
Le quieren quitar de en medio, le quieren eliminar, porque les ha llamado repetidas veces a la conversión. Les ha dejado al descubierto, delante de todos: No hacen lo que dicen, no os fieis de ellos. Les ha llamado raza de víboras, sepulcros blanqueados.
Sienten envidia de Él, de su categoría humana y religiosa, porque a Jesús lo siguen y reconocen su autoridad y a ellos no: «Este hablar es distinto, habla con autoridad».
Nosotros, hay veces en nuestra vida, que queremos quitar de en medio a Jesús: nos estorba, nos resulta incómodo, nos exige conversión y nosotros no estamos dispuestos. Por eso le marginamos de nuestra vida.
2. Judas, la traición del amigo:
Pocas cosas hay que nos repugnen tanto como el que un amigo nos traicione. Esta es la historia de Judas con Jesús: Jesús le quería, había compartido con él sus secretos, le había dado un cargo de confianza en el grupo, le había hablado de desprendimiento y de que no se puede servir a dos señores, eran realmente amigos; incluso cuando se acerca para traicionarlo con un beso, Jesús le sigue llamando «amigo».
Y el amigo le traiciona y le vende por treinta monedas, algo que realmente repugna con solo pensarlo.
También nosotros vendemos a Jesús y su amistad, lo cambiamos por otras monedas, por las monedas del orgullo, del egoísmo, de la crítica destructiva, de la comodidad, del miedo a vivir nuestra fe porque no nos señalen con el dedo; por seguir la corriente del ambiente social en el que nos movemos, por las monedas del sexo, del materialismo del tener más, etc.
Judas se suicidó cuando se dio cuenta de lo que había hecho, a nosotros se nos llama a la conversión.
3. Pilato, juez de Jesús, la historia de un cobarde:
Le llevan a Jesús, le examina, no encuentra nada culpable en él, quiere salvarle: «¿A vuestro rey voy a crucificar? Yo no le encuentro culpable». Le gustaría ser justo, pero quiere complacer a la gente. Por no saber enfrentarse a la gente, por querer contemporizar, le condena.
Hay veces en nuestra vida que queremos quitar de en medio a Jesús
Cuántas situaciones de cobardía en nuestra vida: ante alguien que está hablando mal de la fe, de la Iglesia, ante el miedo a la mala prensa, ante la injusticia, ante la respuesta a lo que Dios nos pide.
Sentimos miedo: miedo a nosotros mismos, miedo de nuestra propia casa, miedo a los compañeros, miedo al ambiente, miedo al compromiso, y pasamos por lo que haga falta. Hoy Cristo y la Iglesia necesitan valientes testigos de Jesús y de nuestra fe en el mundo actual. ¿Quieres ser tu uno de ellos?
4. Pedro: la historia de un gran corazón que sucumbe ante la dificultad:
Parece valiente, saca la espada para defender a Jesús; pero cuando prenden a Cristo se apodera de él el miedo y claudica. Ante la dificultad niega al que más quería, por miedo a que le vengan mal dadas, por miedo al compromiso.
Pocas cosas hay que nos repugnen tanto como que un amigo nos traicione
Nosotros tenemos gran empatía con la persona de Pedro, nos vemos reflejados en él.
También nosotros queremos vivir la fe, nos lo hemos propuesto muchas veces. Solo pensarlo nos llena de alegría, pero ante la dificultad, ante el miedo, ante el compromiso, ante el ambiente, ante la sociedad, nuestras buenas intenciones se cambian en negaciones.
Pedro lloró amargamente sus negaciones, cambió de vida y entregó su vida por el Señor.
Nosotros debemos llorar nuestros pecados, convertirnos y cambiar de vida, siguiendo a Jesús cueste lo que cueste y tengamos las presiones que tengamos.
+ Gerardo
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