El Seminario, misión de todos (I)

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    Este es el lema de este año del Día del Seminario. Un lema cargado de contenido,  sugerencias y de razón, que da para pensar y para descubrir que se nos está pidiendo un cambio de actitud con respecto al mismo.
    Quiero dedicar un par de números de nuestra hoja diocesana Con Vosotros, a hacer una reflexión sobre la situación de las vocaciones sacerdotales y las dificultades que hoy encuentran los jóvenes para encauzar su vida por ese camino y responder positivamente a la llamada que Dios les puede estar haciendo.

    El lema de este año es tremendamente sugerente y comprometedor para todos: el seminario es misión de todos. Nadie de cuantos, a veces, nos lamentamos, quejamos y buscamos culpables, podemos quedarnos al margen, sino que se nos está pidiendo que todos tenemos algo muy importante que aportar, y por lo mismo, tenemos que revisarnos a ver si lo aportamos o nos tranquilizamos creyendo que son los demás los que deben poner de su parte mucho más de lo que lo hacen en favor de las vocaciones y del Seminario, pero nosotros no hacemos nada o casi nada por ello.

    El lema de este año es sugerente y comprometedor para todos

    Las vocaciones nunca han surgido en la Iglesia por generación espontánea. Dios ha sido siempre el que ha llamado y el que sigue llamando, pero cuenta con que su llamada tenga valoración, acogida y cultivo, en primer lugar, en las familias. Ellas  siempre han sido verdaderos semilleros de vocaciones, porque han apoyado e incluso han ayudado a descubrir la vocación sacerdotal a sus hijos, el camino del sacerdocio, como el camino en el que pueden encontrar su verdadera realización personal y cristiana y su felicidad personal.

    Hoy, tal vez, las familias no solo no apoyan, animan y cultivan la vocación sacerdotal de los hijos desde la realidad familiar, sino que si un hijo descubre que Dios le llama por el camino y la vocación sacerdotal, en la familia, especialmente en los padres, que habían soñado en el porvenir del hijo como un porvenir lleno de prestigio y de riqueza, en una carrera con una buena salida, va a suponer un verdadero disgusto.

    La vocación sacerdotal en las familias, en la mayoría incluso de las familias cristianas, la vocación sacerdotal de un hijo ha dejado de ser un verdadero don, un privilegio y regalo de Dios a esa familia, y en vez de suponer una gran alegría y un orgullo sano, se ha convertido en una desgracia.  

    En esta tesitura y concepción de las cosas, fruto de la falta de una vivencia autentica de la vida de fe en la familia, ésta, en vez de ser el semillero de cultivo, el primer Seminario en el que se animan, cultivan y crecen  las vocaciones sacerdotales, se puede estar convirtiendo en un obstáculo. Un obstáculo para que, en el ambiente familiar, aunque alguno de los hijos percibiera que Dios podría estar llamándolo por este camino, el muchacho encuentre un ambiente que le anime a seguirlo y a responderle positivamente al Señor.

    Y lo curioso es que todos queremos tener sacerdotes en nuestras comunidades cristianas que las animen, en nuestros grupos apostólicos, familiaristas, etc.; que nos acompañen y nos ayuden a avanzar en nuestra vida cristiana o en nuestra realidad matrimonial, pero que sean los hijos de los demás, porque para los míos yo tengo otros planes para ellos.

    El Seminario y las vocaciones son misión de todos, pero los padres y las familias tienen mucho que aportar en este tema

    Otras familias, tal vez lo piensen de otra forma distinta y digan que ellos no se opondrían a que un hijo que viera ese camino lo siguiera, pero tampoco se lo proponen como una propuesta vocacional que pudiera ser realidad para él, por si acaso, no vaya a ser que descubra que Dios le llama y le siga y su seguimiento  dé al traste con los otros sueños de los padres para sus hijos.

    El Seminario y las vocaciones al sacerdocio, es y son misión de todos, pero los padres y las familias tienen mucho que aportar en este tema.

    Como familias que nos decimos cristianas, tenemos que hacernos esta pregunta y responderle al Señor: ¿Qué pasaría si un miembro de esta familia viera que Dios le llamada por el camino del sacerdocio? ¿Le apoyaríamos, animaríamos, nos sentiríamos ilusionados y desde nuestra ilusión le ayudaríamos a seguir planteándoselo en serio?

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