La Ascensión del Señor a los cielos

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    Celebramos en este domingo la festividad de la Ascensión del Señor al cielo. Una fiesta que nos invita a mirar al cielo, donde ha ascendido el Señor y de donde va a llegarnos a nosotros la fuerza necesaria para cumplir la misión que Él nos ha dejado encomendada: anunciar a todos los hombres de todos los tiempos la Buena Noticia de su salvación.

    Esta misión que el Señor ha confiado en la persona de los apóstoles a toda la Iglesia es su misma misión, la que Él trajo a este mundo y que cumplió hasta el derramamiento de la última gota de su sangre por la salvación del hombre. Ha querido que continuemos realizándola nosotros, ofreciendo su salvación a todos los hombres de todos los tiempos, yendo por todo el mundo y predicando el evangelio.

    Esta misión es una misión urgente. No podemos gastar el tiempo ni quedarnos paralizados y ensimismados por las cosas que nos encontremos por el camino. Por eso, el mismo Señor, a través del ángel les va a decir a los apóstoles: «¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?» Id y cumplid la misión que él os ha dejado.
    Esto mismo nos dice a todos y cada uno de nosotros como seguidores suyos:

    ¿Qué hacéis ahí plantados, distraídos, ensimismados por tantas cosas? Ensimismados por el tener, que nos desvía del verdadero camino y nos hace olvidar el encargo de Cristo, para ocuparnos en la lucha por tener más, pasarlo mejor, tener mejores puestos.

    Es verdad que tantas veces nos resulta difícil vivir su encargo en medio de un mundo y una sociedad que va por otros derroteros y lucha por otros valores, pero el Señor no se ha ido huyendo del mundo y dejándonos huérfanos, no, el Señor nos ha prometido: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 20), por eso, no nos sentimos solos, sabemos que a nuestro lado, y por delante de nosotros, va el Señor que estará siempre con nosotros y nos acompañará con su gracia.

    Hemos de tomar en serio la tarea de ser seguidores y misioneros de Jesús y su mensaje, porque, aunque tengamos a veces dificultades, está la mano del Señor que sigue con nosotros y nos ayuda a superarlas.

    El Señor ha ascendido a los cielos y a nosotros nos ha dejado en la tierra con una misión que cumplir; pero nos ha dado su Espíritu Santo, para que en todo momento nos acompañe y nos dé fuerza y gracia para ser los continuadores de su misión, para que sigamos cumpliendo su misma misión de hacer llegar la salvación de Dios a todos los hombres, de todos los tiempos.

    Hoy nos encontramos con muchas personas a las que el mensaje de Jesús y su misma persona les deja indiferentes, están viviendo su vida como si Dios no existiera.

    A nosotros, como creyentes y seguidores de Cristo, debe preocuparnos, y nos debemos comprometer a ser portadores del mensaje de Cristo «hasta el corazón del mundo», que decía san Juan Pablo II, para que quienes viven al margen de Dios se encuentren con Él, se conviertan y se salven.

    Que el Señor, que nos ha dado la fe y nos ha hecho sus seguidores, nos dé fuerza para ser sus misioneros, es decir, aquellos que cumplen su misión y son transmisores de su mensaje de salvación a todos los hombres.

    Todos los cristianos debemos sentirnos comprometidos y empeñados en la misión evangelizadora, porque como dice el papa Francisco: «Todo cristiano, por el hecho de estar bautizado, debe ser un auténtico agente de evangelización» y, por lo mismo, debemos empeñar nuestra vida en ser testigos del Señor y su mensaje donde y con quien quiera que vivamos.

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